BUENOS AIRES,
El Obispo de San Francisco (Argentina), Mons. Sergio Osvaldo Buenanueva, reflexionó sobre el sentido de la vocación en el lenguaje de la Iglesia y describió que se trata de una respuesta a la llamada originaria de Dios, que invita al hombre, en su libertad, a llegar a ser sacerdote, consagrado o laico.
Mons. Buenanueva afirmó que la "vocación" es una palabra fuerte en la cultura eclesial, ya que Dios "es el sujeto que llama", mientras que el hombre "escucha y responde". En este sentido, observó que la vocación y la libertad corren parejas, y advirtió que la llamada de Dios no se dirige primariamente al ámbito de lo que uno tiene que hacer, sino a lo que uno tiene que llegar a ser.
"La vocación toca lo más profundo de la persona: su identidad y su pertenencia. No es casual que, en la experiencia cristiana, la vocación se despierta y se consolida en la plegaria silenciosa. El orante va a la oración para escuchar la voz de Dios, no su propia voz", expresó.
El Prelado aseguró que estas reflexiones valen tanto para la vocación sacerdotal como para las demás vocaciones cristianas. Y también afirmó que Dios, para dar a conocer su voluntad, se muestra "como un artista muy creativo", que despliega "recursos inagotables y siempre sorprendentes".
"Aquí ya tocamos la zona más delicada del problema vocacional –agregó-. Aquí se concentran también los obstáculos más serios para que un joven, en la cultura débil hoy reinante, pueda hacer esta experiencia. ¿Hoy se comprende espontáneamente la propia vida y el propio futuro como una llamada, como una vocación? ¿Y que esta llamada tiene a Dios como sujeto provocador? Tengo mis serias dudas de que incluso dentro de la misma comunidad cristiana estemos ayudando a los niños, a los adolescentes y a los jóvenes a mirarse de esta manera".
El Obispo advirtió que el actual contexto cultural desemboca en una religiosidad débil, centrada en los sacudones emotivos, pero sin raíces ni frutos. "El sujeto solo se escucha a sí mismo; poco tienen que decirle Dios y los demás", observó. A esta situación, el obispo contrapuso la verdadera experiencia de la fe, o "fe viva".