24 de noviembre de 2024 Donar
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[TEXTO] Palabras del Papa Francisco en la Audiencia General

El Papa Francisco / Foto: Daniel Ibáñez (ACI Prensa)

El Papa Francisco abordó durante la Audiencia General su reciente viaje a Tierra Santa, el cual tuvo como principal propósito conmemorar el 50 aniversario del encuentro entre Pablo VI y el Patriarca Atenágoras, así como animar a la consecución de la paz en Medio Oriente y confirmar en la fe a las comunidades católicas de esta región.

A continuación el texto completo de la catequesis del Papa gracias a la traducción de Radio Vaticana:

Queridos hermanos y hermanas ¡buenos días!

En los últimos días, como ustedes saben, peregriné a Tierra Santa. Ha sido un gran don para la Iglesia, y le doy gracias a Dios. Él me guió en aquella Tierra bendita, ¡tierra bendita! que vio la presencia histórica de Jesús y donde se han verificado eventos fundamentales para el Judaísmo, el Cristianismo y el Islam.

Deseo renovar mi cordial agradecimiento a Su Beatitud el Patriarca Fouad Twal, a los obispos de los diversos ritos, a los sacerdotes, a los franciscanos de la Custodia de Tierra Santa. ¡Pero estos franciscanos son buenos! El trabajo de ellos, los que ellos hacen es buenísimo. Mi gratitud se dirige también a la Autoridades de Jordania, de Israel y Palestina, que me acogieron con tanta cortesía, diría también con amistad, así como a todos los que han colaborado para lograr la visita.

1. El propósito principal de esta peregrinación fue conmemorar el 50 aniversario del histórico encuentro entre el Papa Pablo VI y el Patriarca Atenágoras. Aquella fue la primera vez que un sucesor de Pedro visitó Tierra Santa: Pablo VI inauguraba así, durante el Concilio Vaticano II, los viajes extra italianos de los Papas en la época contemporánea.

Ese gesto profético del Obispo de Roma y del Patriarca de Constantinopla marcó un hito en el camino sufrido pero prometedor para la unidad de todos los cristianos, que desde entonces ha logrado avances significativos. Por esto es que mi encuentro con Su Santidad Bartolomé, amado hermano en Cristo, ha representado el punto culminante de la visita.

Juntos rezamos en el Sepulcro de Jesús, y con nosotros estaban el Patriarca Greco-Ortodoxo de Jerusalén, Teófilo III y el Patriarca Armenio Apostólico Nourhan, así como arzobispos y obispos de diferentes iglesias y comunidades, autoridades civiles y muchos de los fieles.

En aquel lugar donde resonó el anuncio de la Resurrección, sentimos toda la amargura y el sufrimiento de las divisiones que aún existen entre los discípulos de Cristo. Y de verdad esto hace tanto mal, mal al corazón ¡estamos todavía divididos! En aquel lugar donde precisamente ha resonado el anuncio de la resurrección, donde Jesús nos da la vida, ¡todavía nosotros estamos un poco divididos!

Pero, sobre todo, en aquella celebración, cargada de mutua fraternidad, de estima y de afecto, percibimos, fuerte, la voz del Buen Pastor Resucitado, que quiere hacer de todas sus ovejas un solo rebaño; sentimos el deseo de sanar las heridas aún abiertas y proseguir con tenacidad el camino hacia la plena comunión. Una vez más, como lo han hecho los Papas anteriores, yo pido perdón por lo que nosotros hemos hecho para favorecer esta división y pido al Espíritu Santo que nos ayude a sanar las heridas que nosotros hemos provocado a los otros hermanos.

Todos somos hermanos en Cristo y con el Patriarca Bartolomé somos amigos, hermanos y hemos compartido las ganas de caminar juntos, de hacer todo lo que desde hoy podemos hacer, rezar juntos, trabajar juntos por el rebaño de Dios, buscar la paz, custodiar la creación. Tantas cosas que tenemos en común. Y como hermanos tenemos que seguir adelante.

2. Otro de los propósitos de esta peregrinación fue el de animar, en aquella región, el camino hacia la paz, que es al mismo tiempo un don de Dios y compromiso de los hombres. Lo hice en Jordania, Palestina, e Israel. Y lo hice siempre como peregrino, en el nombre de Dios y del hombre, llevando en el corazón una gran compasión por los hijos de aquella Tierra ¡que desde hace demasiado tiempo conviven con la guerra y que tienen el derecho de conocer finalmente días de paz!

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Por ello insté a los fieles cristianos a dejarse "ungir" con corazón abierto y dócil por el Espíritu Santo, para ser cada vez más capaces de gestos de humildad, de fraternidad y de reconciliación. ¡Humildad, fraternidad, reconciliación!

El Espíritu hace posible tomar estas actitudes en la vida cotidiana, con personas de diferentes culturas y religiones, para llegar a ser así "artesanos" de la paz. La paz se construye artesanalmente. No hay industrias de paz. Se hace cada día artesanalmente y también con el corazón abierto para que venga el don de Dios. Por esto, he exhortado a los fieles cristianos a dejarse ungir.

En Jordania di las gracias a las Autoridades y al pueblo por sus esfuerzos en la acogida de numerosos refugiados provenientes de las zonas de guerra, un esfuerzo humanitario que merece y requiere el continuo apoyo de la Comunidad internacional.

He quedado impresionado por la generosidad del pueblo jordano para recibir a los refugiados, tantos que huyen de la guerra en aquella zona. Que el Señor bendiga este pueblo acogedor, lo bendiga tanto. Y nosotros tenemos que rezar para que el Señor bendiga esta acogida y pedir a todas las instituciones internacionales que ayuden a este pueblo en este trabajo de acogida que realiza.

También durante la peregrinación en otros lugares, animé a las Autoridades competentes a que continúen sus esfuerzos para aliviar las tensiones en la zona de Oriente Medio, sobre todo en la martirizada Siria, así como que prosigan con la búsqueda de una justa solución al conflicto palestino-israelí.

Por eso invité al Presidente de Israel y al Presidente de Palestina, ambos hombres de paz y constructores de paz, a venir al Vaticano para rezar conmigo por la paz. Y por favor, les pido a ustedes que no nos dejen solos: ¡ustedes recen, recen tanto para que el Señor nos de la paz, nos de la paz en aquella tierra bendita! Cuento con sus oraciones. Recen fuerte en este tiempo, recen tanto para que llegue la paz.

3. Esta peregrinación a Tierra Santa ha sido también ocasión para confirmar en la fe a las comunidades cristianas, que sufren tanto, y expresé la gratitud de toda la Iglesia por la presencia de los cristianos en aquella zona y en todo el Medio Oriente. Estos hermanos nuestros son valientes testigos de esperanza y de caridad, "sal y luz" en aquella Tierra. Con su vida de fe y de oración y con la apreciada actividad educativa y asistencial, ellos obran en favor de la reconciliación y del perdón, contribuyendo al bien común de la sociedad.

Con esta peregrinación, que ha sido una verdadera gracia del Señor, he querido llevar una palabra de esperanza, pero a su vez, ¡también la he recibido! La he recibido de los hermanos y hermanas que esperan "contra toda esperanza", a pesar de tantos sufrimientos, como el de aquellos que han tenido que huir de su propio país a causa de los conflictos; como el de cuántos en diversas partes del mundo, son discriminados y despreciados a causa de su fe en Cristo.

¡Continuemos a estarles cerca! Recemos por ellos y por la paz en Tierra Santa y en todo Medio Oriente. Que la oración de toda la Iglesia sostenga también el camino hacia la plena unidad entre los cristianos, para que el mundo crea en el amor de Dios, que en Jesucristo, ha venido a habitar en medio de nosotros. Y los invito a todos ahora a rezar juntos, a rezar juntos a la Virgen, Reina de la Paz, Reina de la unidad entre los cristianos, la mamá de todos los cristianos: que Ella nos de paz, a todo el mundo, y que Ella nos acompañe en este camino de unidad.

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