JERUSALÉN,
El Papa Francisco dirigió un sentido discurso en la Basílica del Santo Sepulcro en el encuentro ecuménico con el que se recordó el 50 aniversario de la histórica reunión en esta ciudad entre el Papa Pablo VI y el Patriarca ortodoxo Atenágoras, la razón fundamental de su peregrinaje en Tierra Santa. En este lugar el Santo Padre hizo un claro llamado a la unidad de los cristianos y a superar "los recelos que hemos heredado del pasado".
En el encuentro, realizado luego de una reunión privada que sostuvo el Santo Padre con el Patriarca Ecuménico de Constantinopla Bartolomé I en el que firmaron una declaración conjunta, el Papa pidió a los presentes acoger "la gracia especial de este momento. Detengámonos con devoto recogimiento ante el sepulcro vacío, para redescubrir la grandeza de nuestra vocación cristiana: somos hombres y mujeres de resurrección, no de muerte. Aprendamos, en este lugar, a vivir nuestra vida, los afanes de la Iglesia y del mundo entero a la luz de la mañana de Pascua".
"El Buen Pastor, cargando sobre sus hombros todas las heridas, sufrimientos, dolores, se ofreció a sí mismo y con su sacrificio nos ha abierto las puertas a la vida eterna. A través de sus llagas abiertas se derrama en el mundo el torrente de su misericordia. ¡No nos dejemos robar el fundamento de nuestra esperanza! ¡No privemos al mundo del gozoso anuncio de la Resurrección! Y no hagamos oídos sordos al fuerte llamamiento a la unidad que resuena precisamente en este lugar, en las palabras de Aquel que, resucitado, nos llama a todos nosotros 'mis hermanos'".
El Papa reconoció luego que "no podemos negar las divisiones que todavía hay entre nosotros, discípulos de Jesús: este lugar sagrado nos hace sentir con mayor dolor el drama. Y, sin embargo, cincuenta años después del abrazo de aquellos dos venerables Padres, hemos de reconocer con gratitud y renovado estupor que ha sido posible, por impulso del Espíritu Santo, dar pasos realmente importantes hacia la unidad".
"Somos conscientes de que todavía queda camino por delante para alcanzar aquella plenitud de comunión que pueda expresarse también compartiendo la misma Mesa eucarística, como ardientemente deseamos; pero las divergencias no deben intimidarnos ni paralizar nuestro camino".
Por ello, el Santo Padre indicó que "debemos pensar que, igual que fue movida la piedra del sepulcro, así pueden ser removidos todos los obstáculos que impiden aún la plena comunión entre nosotros. Será una gracia de resurrección, que ya hoy podemos pregustar".