VATICANO,
El Papa Francisco recibió este viernes a los participantes en el encuentro de las Obras Misionales Pontificias (OMP) que se realiza en Roma, y los exhortó a que las debilidades y pecados no sean un obstáculo para llevar a Cristo a las periferias del mundo de hoy, que necesita de sacerdotes, consagrados y laicos "marcados con el fuego de la pasión por el Reino de Dios".
"Evangelizar en este tiempo de grandes transformaciones sociales requiere una Iglesia misionera, toda en salida, capaz de discernir y confrontarse con las diversas culturas y visiones del hombre", expresó el Santo Padre.
En su discurso, recordó su exhortación apostólica "Evangelii gaudium" para reiterar que "en un mundo en transformación hace falta una Iglesia renovada y transformada de la contemplación y el contacto personal con Cristo por la potencia del Espíritu".
"Él nos da fuerza para emprender el camino misionero y la alegría del anuncio para que la luz de Cristo ilumine a todos los que todavía no lo conocen o lo han rechazado. Por eso nos piden el valor de 'llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio'. No nos pueden detener ni nuestras debilidades, ni nuestros pecados, ni tantos impedimentos puestos al testimonio y a la proclamación del Evangelio", señaló.
Francisco reiteró que la Iglesia es misionera por su naturaleza y "tiene como prerrogativa fundamental el servicio de la caridad a todos". "La fraternidad y la solidaridad universal son connaturales a su vida y a su misión en el mundo y por el mundo", por tanto, la evangelización que "debe llegar a todos está llamada, sin embargo, a partir de los últimos, de los pobres, de los que tienen la espalda doblada por el peso de la fatiga y de la vida. Haciendo así la Iglesia prolonga la misión de Cristo mismo".
La Iglesia es ''el pueblo de las bienaventuranzas, la casa de los pobres, de los afligidos, de los excluidos y perseguidos, de los que tienen hambre y sed de justicia'' y a los representantes de las obras misioneras se les pide que actúen para que las comunidades eclesiales ''acojan con amor preferente a los pobres, dejando abiertas las puertas de la Iglesia para que todos entren y encuentren refugio''.