VATICANO,
El Papa Francisco presidió ayer en la Iglesia de San Estanislao en Roma, la misa de agradecimiento por la canonización de San Juan Pablo II. En ella hizo votos para que el Papa polaco ayude a todos a ser "caminantes resucitados".
En su homilía, el Santo Padre explicó que San Pedro "es el punto de referencia firme en la comunidad porque está fundado en la Roca que es Cristo. Así estuvo Juan Pablo II, verdadera piedra, anclado a la gran Roca".
"Una semana después de la canonización de Juan XXIII y de Juan Pablo II, estamos reunidos en esta iglesia de los polacos en Roma, para agradecer al Señor el don del santo Obispo de Roma hijo de vuestra Nación".
Él, dijo el Papa, "siempre vino aquí en diversos momentos de su vida y de la vida de Polonia. En los momentos de tristeza y de abatimiento, cuando todo parecía perdido, él no perdía la esperanza. Él no perdía la esperanza, porque su fe y su esperanza estaban fijos en Dios. Y así era piedra, roca, para esta comunidad. Era piedra, roca para esta comunidad, que aquí reza, que aquí escucha la Palabra, prepara los Sacramentos y los administra, recibe a los necesitados, canta y hace fiesta, y desde aquí sale a las periferias de Roma".
"Ustedes, hermanos y hermanas, hacen parte de un pueblo que ha sido muy probado en su historia. El pueblo polaco sabe bien que para entrar en la gloria es necesario pasar a través de la pasión y la cruz. Y no lo saben porque lo han estudiado, sino porque lo han vivido. San Juan Pablo II, como digno hijo de su patria terrena, siguió este camino. Lo siguió de un modo ejemplar, recibiendo de Dios el despojo total. Por esto "su carne reposa en la esperanza".
El Santo Padre cuestionó luego "y nosotros ¿estamos dispuestos a seguir este camino? Ustedes, queridos hermanos, que forman hoy la comunidad cristiana de polacos en Roma ¿quieren seguir este camino? San Pedro, también con la voz de san Juan Pablo II, les dice 'compórtense con temor de Dios en el tiempo en que viven aquí abajo como extranjeros'. Somos caminantes, no errantes. Somos peregrinos pero no vagabundos – como decía San Juan Pablo II".