ROMA,
Los Papas Juan XXIII y Juan Pablo II, que será canonizados el domingo 27 de abril, trabajaron mucho para lograr la unidad de la Iglesia y dedicaron buena parte de su magisterio a mejorar las relaciones con las distintas comunidades cristianas.
Juan XXIII fue especialmente estimado por las iglesias ortodoxas, cuando convocó el Concilio Vaticano II, y representantes de esas comunidades y de grupos protestantes fueron invitados a participar en el evento como observadores.
Según el fallecido Cardenal Johannes Willebrands, que sirvió por años como presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, Juan XXIII era reverenciado por los ortodoxos rusos que lo consideraban "patrón del movimiento ecuménico".
La preocupación del "Papa bueno" por el ecumenismo se puede apreciar desde muchos años antes de su elección como Sucesor de Pedro. En 1944, en la fiesta de Pentecostés en Turquía, el Santo Padre dijo que "aquí, nosotros los católicos latinos de Estambul y los católicos armenios, griegos, caldeos y sirios somos una modesta minoría que vive en la superficie de un vasto mundo con el que tenemos muy poco contacto. Nos encanta distinguirnos de los que no profesan nuestra fe, de los ortodoxos, los protestantes, los judíos, los protestantes, creyentes y no creyentes".
Sin embargo, continuó, pese a "la diversidad de raza, idioma, educación, dolorosos contrastes de un triste pasado, nos mantienen a cierta distancia, a la luz del Evangelio… Cristo ha venido para derribar los muros, murió para proclamar nuestra fraternidad universal, el punto central de su enseñanza es el amor que une a todo hombre a Él como el primero de los hermanos, y que lo une a Él con nosotros al Padre".
Juan Pablo II, por su parte, continuó la ardua tarea de Juan XXIII sobre el ecumenismo. En su encíclica de 1995 titulada "Ut unum sint" (Que sean uno) escribió que "creer en Cristo significa querer la unidad; querer la unidad significa querer la Iglesia; querer la Iglesia significa querer la comunión de gracia que corresponde al designio del Padre desde toda la eternidad. Este es el significado de la oración de Cristo: 'Ut unum sint'".