VATICANO,
En la Basílica de San Pedro y ante más de 490 parlamentarios italianos, los presidentes del Senado y la Cámara y nueve ministros de Italia, el Papa Francisco reflexionó sobre la necesidad que tiene cada persona, en Cuaresma, de abrirse al amor y la salvación de Dios para no terminar siendo un corrupto o un "sepulcro blanqueado".
En la primera lectura, tomada del libro de Jeremías, el profeta presenta el "lamento de Dios" por una generación que, señala el Papa, no acogió a sus mensajeros y que, en lugar de ello, se justifica por sus pecados. "Me dieron la espalda", citó el Papa Francisco, añadiendo luego que: "Éste es el dolor del Señor, el dolor de Dios". Esta realidad está presente también en el Evangelio del día, la de una ceguera hacia Dios, sobre todo de los líderes del pueblo.
"Con el tiempo, el corazón de esta gente, de este grupito se había endurecido tanto, tanto, tanto, que le era imposible oír la voz del Señor. Y de pecadores que eran, precipitaron hasta volverse corruptos".
El Santo Padre dijo luego que "es tan difícil que un corrupto pueda volver atrás. El pecador sí, porque el Señor es misericordioso y nos espera a todos. Pero el corrupto se fija en sus asuntos, y estos eran corruptos. Y por ello se justifican a sí mismos, porque Jesús –con su sencillez, pero con su fuerza de Dios– los fastidiaba".
"Personas que tomaron un camino equivocado y que opusieron resistencia a la salvación de amor del Señor, y así han caído de la fe, de una teología de fe a una teología del deber".
El Papa Francisco indicó asimismo que "ellos rechazaron el amor del Señor y este rechazo los hizo tomar una senda que no era la de la dialéctica de la libertad que ofrecía al Señor, sino que era la de la lógica de la necesidad, donde no hay lugar para el Señor. ¡En la dialéctica de la libertad está el Señor bueno, que nos ama, nos ama tanto!"