VATICANO,
Al recibir esta mañana a los miembros de la Pontificia Comisión para América Latina, encabezados por el Cardenal Marc Ouellet, el Papa Francisco los alentó dar fe y esperanza a los jóvenes para evitar que caigan en el desencanto, en medio de una cultura del descarte.
A continuación, el texto completo de las palabras del Santo Padre a la Pontificia Comisión para América Latina:
¡Buenos días! Agradezco al Cardenal Ouellet sus palabras y a ustedes todos, el trabajo que han hecho todos estos días. "Transmisión de la fe, emergencia educativa".
"Transmisión de la fe" lo escuchamos varias veces, no nos hace tanto ruido la palabra. Sabemos que es una obligación hoy día cómo se transmite la fe, que ya fue tema propuesto para el anterior Sínodo que terminó en la evangelización.
Emergencia educativa es una expresión recientemente acuñada por ustedes, por los que prepararon esto. Y me gusta porque esto crea un espacio antropológico, una visión antropológica de la evangelización una base antropológica, ¿no? O sea, hay una emergencia educativa para la transmisión de la fe.
Es como tratar el tema de la catequesis a la juventud desde una perspectiva, diríamos, de teología fundamental. Es decir, bueno, cuáles son los presupuestos antropológicos que hay hoy día en la transmisión de la fe, que hacen que para la juventud de América Latina esto sea emergencia educativa ¿no?
Y por eso creo que hay que ser repetitivo y volver a las grandes pautas de la educación, y la primera pauta de la educación es que educar, lo hemos dicho en la misma comisión, alguna vez lo hemos dicho, que no es solamente transmitir conocimientos, ¿no? transmitir contenidos, sino que implica otras dimensiones: O sea transmitir contenidos, hábitos y valoraciones, y los tres juntos.
Para poder transmitir la fe hay que crear el hábito de una conducta hay que crear la recepción de valores que la preparen y la hagan crecer. Hay que crear contenidos básicos. Si solamente queremos transmitir la fe con contenidos será una cosa superficial o ideológica, que no va a tener raíces.
La transmisión tiene que ser de contenidos, con valores, valoraciones y hábitos, hábitos de conducta, ¿no? Los antiguos propósitos de nuestros confesores cuando éramos chicos, ¿no? "Bueno, en esta semana vos hacé esto, esto y esto" y nos iban creando un hábito de conducta, ¿no? Y no sólo el contenido, sino lo valores. O sea que en ese marco de la transmisión de la fe tiene que moverse, ¿no? Tres pilares ¿no?
Otra cosa que es importante para la juventud, transmitirle a la juventud y a los chicos también ¿no?, pero sobre todo a la juventud, es el buen manejo de la utopía.
Nosotros en América Latina hemos tenido experiencia de un manejo no del todo equilibrado de la utopía, y que en algún lugar, en algunos lugares, no en todos, en algún momento nos desbordó, y al menos el caso de Argentina, podemos decir ¡Cuántos muchachos de la Acción Católica, por una mala educación de la utopía terminaron en la guerrilla de los años 70! ¿No?
Saber manejar la utopía, o sea, saber conducir. Manejar es una mala palabra. ¡Saber conducir y ayudar a crecer la utopía de un joven es una riqueza! ¡Un joven sin utopías es un viejo adelantado ¿no? envejeció antes de tiempo! ¿No?
O sea, ¿cómo hago para que esta ilusión que tiene el chico, esta utopía, lo lleve al encuentro con Jesucristo? Es todo un paso que hay que ir haciendo. Me atrevo a sugerir lo siguiente: una utopía en un joven crece bien si está acompañada de memoria y de discernimiento.
La utopía mira al futuro, la memoria mira al pasado y el presente se discierne.
El joven tiene que recibir la memoria y plantar, arraigar su utopía en esa memoria. Discernir en el presente su utopía, los signos de los tiempos, y así ya la utopía ya va adelante pero muy arraigada en la memoria, en la historia que ha recibido, discernida en el presente, maestros de discernimiento necesitamos para los jóvenes, y ya proyectada hacia el futuro.
Entonces la emergencia educativa ya tiene un cauce allí para moverse desde lo más propio del joven que es la utopía.
De ahí la insistencia, que por ahí me escuchan a mí, del encuentro de los viejos y los jóvenes, ¿no? El icono de la Presentación de Jesús en el Templo, ¿no? O sea, el encuentro de los jóvenes con los abuelos es clave.
Me decían algunos obispos de algunos países en crisis que donde hay una grande desocupación de jóvenes, que parte de la solución de los jóvenes está en que le dan de comer los abuelos. O sea, se vuelven a encontrar con los abuelos: Los abuelos tienen la pensión y salen de la casa de reposo, vuelven a la familia y además le traen esa memoria, ese encuentro.
Yo me acuerdo de una película que vi hace 25 años, más o menos de Fury Shaw, este japonés, este famoso director japonés, que es muy sencilla, una familia, dos chicos, papá y mamá. Papá y mamá se iban a hacer una gira por los Estados Unidos y les dejaron los chicos a la abuela.
Chicos japoneses de coca-cola, hot-dog, o sea, de una cultura de ese tipo, ¿no? Y todo el film está en cómo esos chicos empiezan a escuchar lo que les cuenta la abuela, de la memoria de su pueblo.
Cuando los padres vuelven, los desubicados son los padres, fuera de la memoria. Los chicos la habían recibido de los abuelos. Este fenómeno del encuentro de los chicos y los abuelos ha conservado la fe en los países del Este durante toda la época comunista, porque los padres no podrían ir a la Iglesia.
Y me decían, (me estoy confundiendo… pero en estos días estuvieron, no se si los obispos búlgaros o de Albania, los que estuvieron ahí), me decían que las iglesias de ellos están llenos de viejos y de jóvenes. Los papás no van porque nunca se encontraron con Jesús ¿no?
El encuentro de los chicos con los abuelos es clave para recibir la memoria de un pueblo y el discernimiento en el presente. Maestros de discernimiento, consejeros espirituales.
Y aquí es importante para la transmisión de la fe de los jóvenes, el apostolado cuerpo a cuerpo. O sea, el discernimiento en el presente no se puede hacer sin un buen confesor, un buen director espiritual que se anime a aburrirse horas y horas escuchando a los jóvenes.
Entonces, memoria del pasado, discernimiento del presente, utopía del futuro. En ese esquema va creciendo la fe de un joven.
Tercero que diría como emergencia educativa es esta transmisión de la fe y también de la cultura, es el problema de la cultura del descarte. Hoy día, por la economía que se ha implantado en el mundo, bueno, en el centro está el dios dinero y no la persona humana, y todo lo demás se ordena, y lo que no cabe en ese orden, se descarta, ¿no?
Y se descartan los chicos que sobran, que molestan o que no conviene que vengan. Los obispos españoles me decían recién la cantidad de abortos, ¡el número! ¡Yo me quedé helado! ¿no? Ellos tienen ahí los censos de eso, más o menos…
Se descartan los viejos, ¿no? tienden a descartar. En algunos países de América Latina hay eutanasia encubierta, ¡hay eutanasia encubierta! Porque las obras sociales pagan hasta acá, no más, y los pobres viejitos, ¡como puedan!
Recuerdo haber visitado un hogar de ancianos en Buenos Aires, del Estado, donde estaban las camas llenas, y como no había más camas, ponían colchones en el suelo, y estaban los viejitos ahí… ¡¿un país no puede comprar una cama?! ¡Eso indica otra cosa! ¿No?... pero son material de descarte: sábanas sucias, con todo tipo de suciedad, sin servilletas, los viejitos comían ahí, se limpiaban la boca con la sábana… eso lo vi yo, no me lo contó nadie. Son material de descarte, pero eso se nos mete adentro…
Y acá caigo en lo de los jóvenes: Hoy día como molesta a este sistema económico mundial la cantidad de jóvenes que hay que darle fuente de trabajo, el porcentaje alto de desocupación de los jóvenes.
Si estamos teniendo una generación de jóvenes que no tienen la experiencia de la dignidad. No que no comen, porque le dan de comer los abuelos, o la parroquia, o la sociedad de fomento, o el Ejército de la salvación, o el club del barrio… el pan lo come, pero no la dignidad de ganarse el pan y llevarlo a casa.
Hoy día los jóvenes entran en esta gama de material de descarte. Entonces, dentro de la cultura del descarte, miremos a los jóvenes que nos necesitan más que nunca. No sólo por esa utopía que tiene, porque el joven está sin trabajo, tiene anestesiada la utopía, la estuvo a punto de perder.
No sólo por él, sino por la urgencia de transmitir la fe a una juventud que hoy día es material de descarte también.
Y dentro de este ítem de material de descarte, el avance de la droga sobre la juventud. No es solamente un problema de vicio. Las adicciones son muchas, como todo cambio de época, se dan fenómenos raros entre los cuales está la proliferación de las adicciones, ¿no? La ludopatía ha llegado a niveles sumamente altos, pero la droga es el instrumento de muerte de los jóvenes.
Hay todo un armamento mundial de droga que está destruyendo esta banda, esta generación de jóvenes que están destinados al descarte.
Esto es lo que se me ocurrió decir, compartir, ¿no? Primero como estructura educativa, transmitir contenidos, hábitos y valoraciones.
Segundo la utopía del joven, relacionarla y armonizarla con la memoria y el discernimiento.
Tercero la cultura del descarte como uno de los fenómenos más graves que está sufriendo nuestra juventud, sobretodo por el uso que de esa juventud puede hacer y está haciendo la droga para destruirla. Estamos descartando nuestros jóvenes.
¿El futuro cuál es? Sale por una obligación: la Traditio fidei es también Traditio spe y la tenemos que dar.
La pregunta final que quisiera dejarles es: Cuando la utopía cae en el desencanto, ¿cuál es nuestro aporte? La utopía de un joven entusiasta, hoy día está resbalando hacia el desencanto. Jóvenes desencantados a los cuales hay que darles fe y esperanza.
Les agradezco de todo corazón el trabajo de ustedes, de estos días, para salir al frente de esta emergencia educativa, y bueno, ¡sigan adelante!
¡Necesitamos ayudarnos en esto, en todo esto, en las conclusiones de ustedes y todo lo que podemos hacer! ¡Muchas gracias!
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