"He hablado de los obispos kerigmáticos; ahora señalo el otro trazo de la identidad del obispo: hombre de oración. La misma parresia que debe tener en el anuncio de la Palabra, debe tener en la oración, tratando con Dios, nuestro Señor el bien de su pueblo, la salvación de su pueblo...Un hombre que no tiene valor de discutir con Dios en favor de su pueblo no puede ser obispo y tampoco el que no es capaz de asumir la misión de llevar al Pueblo de Dios hasta el lugar que El le indica...Y esto vale también para la paciencia apostólica...El obispo debe ser capaz de 'entrar con paciencia' ante Dios... buscando y dejándose encontrar".
8.-Obispos pastores
"Sean pastores cercanos a la gente, padres y hermanos, sean humildes, pacientes y misericordiosos; amen la pobreza, interna como libertad y también externa como sencillez y austeridad de vida,.. no tengan una filosofía de príncipes...que no sean ambiciosos y que no busquen el episcopado, que sean esposos de una Iglesia, sin estar a la búsqueda constante de otra; esto se llama adulterio. Sean capaces de 'vigilar' al rebaño que les será confiado, es decir, de preocuparse por todo lo que lo mantiene unido.
Reafirmo que la Iglesia necesita Pastores auténticos...Observemos el testamento del apóstol Pablo...Nos habla...El confía los Pastores de la Iglesia a la 'Palabra de la gracia que tiene el poder de edificar y conceder la herencia'. Por lo tanto, no padrones de la Palabra, sino entregados a ella, siervos de la Palabra. Solo así es posible edificar y obtener la herencia de los santos. A cuantos se atormentaban con la pregunta sobre su herencia: '¿Cuál es la herencia de un obispo, el oro o la plata'? Pablo responde: La santidad. La Iglesia permanece cuando se dilata la santidad de Dios en sus miembros.
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El Concilio Vaticano II afirma que a los obispos 'se les confía plenamente el oficio pastoral, o sea el cuidado habitual y cotidiano de sus ovejas'...En nuestra época lo habitual y lo cotidiano se asocian a menudo a la rutina y al aburrimiento. Por eso, con frecuencia, se intenta escapar hacia un permanente "otro lugar". Desgraciadamente tampoco en la Iglesia estamos exentes de este peligro.
Pienso que en este tiempo de encuentros y congresos es muy actual el decreto de residencia del Concilio de Trento y estaría bien que la Congregación de los Obispos escribiera algo al respecto. El rebaño necesita encontrar sitio en el corazón del Pastor. Si éste no está sólidamente anclado en si mismo, en Cristo y en su Iglesia, estará continuamente a merced de las olas, en búsqueda de compensaciones efímeras y no ofrecerá al rebaño ningún refugio".
Conclusión
"Al final de estas palabras, me pregunto: ¿Dónde podemos encontrar hombres así?...No es fácil...Pienso en el profeta Samuel en búsqueda del sucesor de Saul que ,,,al saber que el pequeño David había llevado las ovejas a pastar al campo ordena: 'Di que lo traigan'. También nosotros no podemos por menos que escrutar los campos de la Iglesia intentando presentar al Señor para que diga: 'Úngelo: es él".
Estoy seguro de que los hay porque el Señor no abandona a su Iglesia. Quizás somos nosotros los que no vamos bastante a los campos para buscarlos. Quizás nos hace falta la advertencia de Samuel: "No nos sentaremos a la mesa antes de que él venga". Con esa santa inquietud quisiera que viviera esta congregación".
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