LOS ÁNGELES,
El Arzobispo de Los Ángeles (Estados Unidos), Mons. José Gómez, expresó su decepción por la decisión de la Cámara de Representantes de suspender el debate de la reforma migratoria, por lo que pidió dar medidas transitorias como una moratoria a las detenciones y deportaciones, que alivien el sufrimiento de los 11 millones de ilegales y sus familias.
"La noticia de que la Cámara de Representantes ha decidido no seguir avanzando por ahora con la legislación por una reforma migratoria me ha decepcionado. ¿Vamos a dejar que pase otro año sin hacer nada para solucionar esta profunda y antigua injusticia en nuestra sociedad?", preguntó el Prelado en un artículo publicado en ADLA Newsroom, del Arzobispado de Los Ángeles.
Mons. Gómez recordó la necesidad de un sistema migratorio moderno que refleje las realidades de la nueva economía global y permita recibir "a las personas que tengan el carácter y las habilidades que nuestro país necesita para crecer". Una política que proteja nuestras fronteras contra el cruce de inmigrantes ilegales y que nos permita llevar un registro de los que ya viven dentro de nuestras fronteras".
El Arzobispo se refirió al desacuerdo que existe sobre "qué hacer con los 11 millones de personas indocumentadas", el cual pareciera ser "un callejón político sin salida". "¿Qué hacer ahora?", preguntó.
Mons. Gómez dijo que ante esta situación "tendría sentido que nuestros líderes en el Congreso tomaran medidas provisionales para aliviar algo del sufrimiento, hasta que puedan encontrar la suficiente voluntad política para abordar esta cuestión".
Entre estas medidas, el Prelado propuso establecer "una moratoria con relación a futuras deportaciones o redadas y detenciones por inmigración, excepto en los casos de criminales violentos".
Recordó que desde 2008 se ha deportado a casi 2 millones de personas, y casi medio millón más están en centros de detención de inmigrantes. Sin embargo, recordó que no son sólo números, sino personas reales. "Una de cada cuatro personas que es detenida o deportada es arrancada de sus hogares, alejada de sus hijos, de sus esposas y esposos, de todos sus familiares".
"Tenemos que seguir recordándoles a nuestros líderes -y a nuestros vecinos- estos 'hechos humanos' básicos. La mayoría de los 11 millones de indocumentados en nuestro país han estado viviendo aquí por cinco años o más. Dos tercios de ellos han estado aquí por lo menos una década", indicó.
Mons. Gómez señaló que "la gran mayoría no presenta ningún peligro criminal para nuestra comunidad", sino que más bien son personas que "van a la iglesia y trabajan con nosotros, pagan sus impuestos, y así hacen más fuertes a nuestro país y a nuestras comunidades".
En ese sentido, recordó las cartas que un grupo de niños trajo en enero para el Papa Francisco, entre las que estaba una misiva escrita por una niña llamada Jersey, cuyo padre "había estado en un centro de detención de inmigrantes durante dos años y ahora estaba siendo deportado".
"Querido Papa Francisco, hoy es mi cumpleaños. Mi deseo de cumpleaños es que yo quisiera que mi padre esté en mi cumpleaños. … Ha sido un largo tiempo desde que él ha estado conmigo, en estos dos cumpleaños, el año pasado y hoy. … Como mi papá no está aquí mi mamá y hermana tratan de encontrar un trabajo. … Como usted está más cerca de Dios, le suplico que ayude a mi familia. … Sinceramente, Jersey", expresó la niña.
"Tenemos que ayudar a nuestros líderes a entender la situación –expresó el Prelado-. Aunque no puedan llegar a una reforma integral, tenemos que acabar con el sufrimiento de los pequeños (…). Una sociedad justa y compasiva no debe permitir esto".
"En segundo lugar –señaló-, es hora de ayudar a los 'soñadores'".
Mons. Gómez se refirió a los "millones de jóvenes que fueron traídos a este país de manera ilegal o que viven en casas de padres indocumentados. Seguir negando a estos niños un estatus jurídico es algo cruel y no ayuda en nada". Señaló que es "hora de acogerlos como ciudadanos y de darles las oportunidades que necesitan".
Dijo que aunque ninguna de estas dos propuestas reemplaza una verdadera reforma migratoria, harían "una gran diferencia en la vida de millones de nuestros hermanos".
"Cualquier reforma verdadera debe ofrecer un camino generoso hacia la ciudadanía para los 11 millones de nuestros hermanos y hermanas indocumentados. Una sociedad justa y compasiva no puede permitir que una subclase de personas siga creciendo en los márgenes de nuestra sociedad, viviendo en constante temor de ser detenidos y sin derechos ni razones para tener esperanza", expresó.
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