VATICANO,
Esta mañana en sus palabras previas al rezo del Ángelus, el Papa Francisco recordó que las personas consagradas son un signo y un don de Dios, levadura para el crecimiento de una sociedad más justa y fraterna.
Ante los miles de peregrinos llegados a la Plaza de San Pedro a pesar de la lluvia y el frío, el Papa Francisco explicó el significado de celebrar hoy la fiesta de la Presentación de Jesús en el templo y la Jornada de la Vida Consagrada.
Esta última, dijo, "recuerda la importancia para la Iglesia de todos los que han oído la llamada a seguir a Jesús de cerca en el camino de los consejos evangélicos".
"El Evangelio de hoy narra que cuarenta días después del nacimiento de Jesús, María y José llevaron al niño al templo para consagrarlo y ofrecerlo a Dios, como lo prescribe la ley judía. Este episodio evangélico es también un icono de la donación de la propia vida por parte de aquellos que, por un don de Dios, toman los rasgos característicos de Jesús, virgen, pobre y obediente, el Consagrado del Padre", explicó el Papa.
Esta ofrenda de sí mismos a Dios "concierne a todos los cristianos, porque todos estamos consagrados a Él por medio del bautismo. Todos estamos llamados a ofrecernos al Padre con Jesús y como Jesús, haciendo de nuestra vida un don generoso, en la familia, en el trabajo, en el servicio a la Iglesia, en las obras de misericordia".
"Sin embargo –continuó-, los religiosos, los monjes, los laicos consagrados que, con la profesión de los votos, pertenecen a Dios de manera plena y exclusiva, viven esta consagración de un modo particular".