ROMA,
El 25 de enero la Reina de las "Dos Sicilias", María Cristina de Saboya (1812-1836), fue elevada a los altares tras el milagro atribuido a su intercesión y aprobado por el Papa Francisco.
El Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, Cardenal Angelo Amato, celebró la ceremonia de beatificación a las 11 a.m. en Nápoles (Italia), en la Basílica de Santa Clara de los Hermanos Menores Franciscanos, donde hoy descansan los restos de la ahora Beata.
María Cristina pasará a la historia como la reina que sacrificó su vocación religiosa de clausura para atender a sus deberes políticos: convertirse en la reina consorte del Reino de las Dos Sicilias (al sur de Italia), junto a Fernando II de Borbón (1810-1859).
En un artículo publicado por el diario de la Santa Sede, L'Osservatore Romano, y escrito por el historiador Ulderico Parente, se destaca que la santidad de esta reina si distinguió "por su originalidad y modernidad, al haber sabido valorizar en todas sus dimensiones la dignidad de la mujer".
"Destacan en su existencia la atención a la educación religiosa y cultural, y la capacidad para promover el trabajo de las mujeres, acompañados por un delicado sentido de solidaridad hacia los más necesitados".
Además, como esposa "supo iluminar con el consejo y el apoyo de la oración las decisiones de su marido, según la ley de Dios y no solo la de los hombres. Mientras que como madre, fue el testimonio más elocuente del amor tierno y maternal", añade el experto.