VATICANO,
Que los cristianos cierren las puertas a los celos, envidias y habladurías que dividen y destruyen nuestras comunidades, fue la exhortación lanzada por el Papa Francisco esta mañana en la Misa presidida en la Casa de Santa Marta.
Según señala Radio Vaticano, la reflexión del Papa partió de la primera lectura del día que habla de la victoria de los israelitas sobre los filisteos gracias al coraje del joven David. La alegría de la victoria se trasforma rápidamente en tristeza y celos del rey Saúl ante las mujeres que alaban a David por haber matado a Goliat.
Entonces, "aquella gran victoria –afirmó el Santo Padre– comienza a convertirse en derrota en el corazón del rey" en el que se insinúa, como ocurrió con Caín, el "gusano de los celos y de la envidia". Como Caín con Abel, el rey decide asesinar a David.
"Así actúan los celos en nuestros corazones –observó el Pontífice– es una mala inquietud, que no tolera que un hermano o una hermana tengan algo que yo no tengo". Saúl, "en vez de alabar a Dios, como hacían las mujeres de Israel, por esta victoria, prefiere encerrarse en sí mismo, amargarse", "cocinar sus sentimientos en el caldo de la amargura".
"Los celos llevan a matar. La envidia lleva a matar. Justamente fue esta puerta, la puerta de la envidia, por la cual el diablo entró en el mundo. La Biblia dice: 'Por la envidia del diablo entró el mal en el mundo'. Los celos y la envidia abren las puertas a todas las cosas malas. También dividen a la comunidad. Una comunidad cristiana, cuando sufre –algunos de los miembros– de envidia, de celos, termina dividida: uno contra el otro. Este es un veneno fuerte. Es un veneno que encontramos en la primera página de la Biblia con Caín".
En el corazón de una persona golpeada por los celos y por la envidia, subrayó el Pontífice, ocurren "dos cosas clarísimas". La primera cosa es la amargura.