Por cuanto respecta al tema de la paz, el Papa afirma que "es necesaria una voz profética" cuando se quiere construir una reconciliación falsa que "silencie" a los más pobres mientras "algunos no quieren renunciar a sus privilegios".
Para la construcción de una sociedad "en paz, justicia y fraternidad" indica cuatro principios: "El tiempo es superior al espacio" significa "trabajar a largo plazo, sin obsesionarse por resultados inmediatos". "La unidad prevalece sobre el conflicto" quiere decir obrar para que los opuestos alcancen "una unidad pluriforme que engendra nueva vida". "La realidad es más importante que la idea" significa evitar que la política y la fe se reduzcan a la retórica. "El todo es superior a la parte" significa aunar globalización y localización.
"La evangelización también implica un camino de diálogo" que abre a la Iglesia para colaborar con todas las realidades políticas, sociales, religiosas y culturales. El ecumenismo es "un camino ineludible de la evangelización".
Es importante el enriquecimiento recíproco: "¡cuántas cosas podemos aprender unos de otros!, por ejemplo, "en el diálogo con los hermanos ortodoxos, los católicos tenemos la posibilidad de aprender algo más sobre el sentido de la colegialidad episcopal y sobre su experiencia de la sinodalidad"; "el diálogo y la amistad con los hijos de Israel son parte de la vida de los discípulos de Jesús"; "el diálogo interreligioso", que se conduce con "una identidad clara y gozosa", es "es una condición necesaria para la paz en el mundo" y no oscurece la evangelización ; "en esta época adquiere gran importancia la relación con los creyentes del Islam".
El Papa implora "humildemente" para que los países de tradición islámica aseguren la libertad religiosa a los cristianos, también "¡teniendo en cuenta la libertad que los creyentes del Islam gozan en los países occidentales!". "Frente a episodios de fundamentalismo violento" invita a "evitar odiosas generalizaciones, porque el verdadero Islam y una adecuada interpretación del Corán se oponen a toda violencia". Y contra el intento de privatizar las religiones en algunos contextos, afirma que "el debido respeto a las minorías de agnósticos o no creyentes no debe imponerse de un modo arbitrario que silencie las convicciones de mayorías creyentes o ignore la riqueza de las tradiciones religiosas". Reitera de este modo la importancia del diálogo y de la alianza entre creyentes y no creyentes.
Evangelizadores con espíritu
El último capítulo está dedicado a los "evangelizadores con Espíritu", que son aquellos que "se abren sin temor a la acción del Espíritu Santo" que "infunde la fuerza para anunciar la novedad del Evangelio con audacia (parresía), en voz alta y en todo tiempo y lugar, incluso a contracorriente".
Se trata de "evangelizadores que oran y trabajan" ,conscientes de que "la misión es una pasión por Jesús pero, al mismo tiempo, una pasión por su pueblo" : "Jesús quiere que toquemos la miseria humana, que toquemos la carne sufriente de los demás". "En nuestra relación con el mundo-precisa-, se nos invita a dar razón de nuestra esperanza, pero no como enemigos que señalan y condenan".
"Sólo puede ser misionero –añade- alguien que se sienta bien buscando el bien de los demás, deseando la felicidad de los otros": "si logro ayudar a una sola persona a vivir mejor, eso ya justifica la entrega de mi vida". El Papa invita a no desanimarse ante los fracasos o la escasez de resultados porque la "fecundidad es muchas veces invisible, inaferrable, no puede ser contabilizada"; "sólo sabemos que nuestra entrega es necesaria".
"La comunidad evangelizadora se mete con obras y gestos en la vida cotidiana de los demás, achica distancias, se abaja hasta la humillación si es necesario, y asume la vida humana, tocando la carne sufriente de Cristo en el pueblo. Los evangelizadores tienen así 'olor a oveja' y éstas escuchan su voz".
Luego, "la comunidad evangelizadora se dispone a 'acompañar'. Acompaña a la humanidad en todos sus procesos, por más duros y prolongados que sean. Sabe de esperas largas y de aguante apostólico. La evangelización tiene mucho de paciencia, y evita maltratar límites. Fiel al don del Señor, también sabe 'fructificar'".
La Exhortación concluye con una oración a María "Madre del Evangelio". "Hay un estilo mariano en la actividad evangelizadora de la Iglesia. Porque cada vez que miramos a María volvemos a creer en lo revolucionario de la ternura y del cariño".
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