VATICANO,
Meditando sobre la importancia de la confesión en la vida cristiana, como un momento en el que uno reconoce que es pecador y se acerca a la misericordia de Dios, el Papa Francisco explicó que confesar los pecados no es una sesión de psiquiatría ni "una sola de tortura".
Así lo indicó en la homilía de la Misa de hoy en la capilla de la Casa Santa Marta. Ante los fieles presentes el Papa afirmó que "confesar nuestros pecados no es ir a una sesión de psiquiatría, ni siquiera ir a una sala de tortura: es decir al Señor: 'Señor soy pecador', pero decirlo a través del hermano, para que este decir sea también concreto. 'Y soy pecador por esto, por esto y por esto'".
El Pontífice comentó luego que "algunos dicen: 'ah, yo me confieso con Dios'. Pero es fácil, es como confesarte por e-mail, ¿no? Dios está allá, lejos, yo digo las cosas y no hay un cara a cara, no hay un a cuatro ojos. (San) Pablo confiesa su debilidad a los hermanos cara a cara. Otros: 'No, yo voy a confesarme', pero se confiesan cosas tan etéreas, tan en el aire, que no tienen ninguna concreción. Y eso es lo mismo que no hacerlo".
"Los pequeños tienen esa sabiduría: cuando un niño viene a confesarse, jamás dice una cosa general. "Pero, padre he hecho esto y he hecho esto a mi tía, al otro le he dicho esta palabra" y dicen la palabra. Son concretos, ¡eh! Tienen esa sencillez de la verdad. Y nosotros tenemos siempre la tendencia a esconder la realidad de nuestras miserias".
El Papa comentó que para muchos creyentes adultos confesarse ante el sacerdote es uno esfuerzo insostenible –que induce con frecuencia a esquivar el Sacramento – o una pena tal que transforma un momento de verdad en un ejercicio de ficción. Los creyentes deben aprender de San Pablo que confiesa sus faltas públicamente.
"Y esta es la lucha de los cristianos. Es nuestra lucha de todos los días. Y nosotros no siempre tenemos el coraje de hablar como habla Pablo de esta lucha. Buscamos siempre una vía de justificación: 'Pero sí, somos todos pecadores'. Lo decimos así, ¿no? Esto lo dice dramáticamente: es nuestra lucha. Y si nosotros no reconocemos esto, jamás podemos tener el perdón de Dios".