ROMA,
El Padre Giovanni La Manna asegura que la visita del Papa Francisco al Centro Astalli, del Servicio Jesuita para Refugiados en Roma, "ha reavivado las esperanzas" y "ha sido un gran motivo de celebración para los refugiados".
Durante una entrevista concedida a ACI Prensa, el P. La Manna, director del Centro Astalli, explicó que "la comprensión y la compasión con la que el Papa ha tratado a los refugiados quedará grabada eternalmente en sus almas y marcará para siempre sus vidas".
"Esta experiencia les acompañara y les dará fuerza ante las dificultades que tendrán que afrontar, que no serán pocas. Fue muy divertido cuando uno de los refugiados se acercó a saludar al Papa y le pidió perdón porque su italiano no era perfecto. Y el Pontífice le contesto divertido: no se preocupe, el mío tampoco lo es", añadió.
El Papa Francisco visitó el 10 de septiembre a más de 400 refugiados en el Centro Astalli, donde saludó con especial afecto a todos los niños presentes en el centro, hijos de los refugiados, y a todas las personas con problemas físicos. Incluso, el Pontífice se sentó a comer junto a un grupo de refugiados que conocen la lengua italiana, junto a quienes intercambió algunas vivencias.
Esta visita, según señala el P. La Manna "significa que no podemos seguir permaneciendo indiferentes. El Papa nos dijo que hemos adormecido las consciencias, y con este encuentro llamó a las consciencias a despertar, a reconocer a los refugiados como persona, y devolverles su dignidad".
Durante su visita, el Papa Francisco denunció la situación de los refugiados y escuchó el testimonio de Adam, un joven de 33 años de edad procedente de Darfur, Sudan, quien nació en medio a la guerra, atravesó el desierto hasta llegar a Libia y cruzó el mar Mediterráneo con una pequeña embarcación junto a 170 personas, por la que cada uno de ellos pagó 1,200 euros.
Un viaje que sin duda, describió Adam, fue "un crimen para la humanidad, en el que muchos de ellos pagaron un billete para encontrar la muerte".
"El desierto es desesperante, sobrevivir al calor del día y al frío de la noche, no lo olvidaré nunca. Después estuve en el mar durante cuatro días. Son dos pruebas de mi vida que nunca olvidaré", señaló Adam a ACI Prensa.
Adam conoció el Centro Astalli en Roma gracias a otros refugiados, allí recibió un plato de comida, un lugar donde lavarse y un profesor que le enseñó italiano, y hoy día los voluntarios se han convertido en su familia.
El joven perdió a sus dos hermanas menores, de 4 y 6 años de edad, en un incendio causado por los militares. Después fue obligado a unirse a los rebeldes, y su hermano al gobierno.
Comprendió que debía escapar del país cuando una ofensiva lo enfrentó cara a cara con su propio hermano. Armados con un fusil, ambos quedaron paralizados, mirándose a los ojos, y sin mediar palabra. En ese instante decidió arrojar su arma al suelo y correr lejos, en una huida que le hizo llegar hasta Italia.
"Nosotros los refugiados –explica Adam-, somos testigos de muchas personas que mueren en la guerra, que son asesinadas por las terribles dictaduras. Lo más difícil para un refugiado en Italia es dar a conocer el drama de quienes viven en nuestros pueblos. No podemos permitirnos ceder al dolor, encerrarnos en nosotros mismos, y considerarnos víctimas de una injusticia. Si hiciéramos así, ofenderíamos la memoria de quien no lo consiguió", dijo.
"El Papa es muy bueno, es muy sencillo, lo que ha dicho el Papa tenemos que seguirlo con el corazón. Como refugiado me ha impresionado realmente estar hoy aquí sentado frente al Papa compartiendo mi historia. Es un paso adelante. Los ciudadanos y los refugiados debemos estar unidos, y tenemos que caminar juntos y hablar y construir un mundo mejor", concluyó.
Las Mejores Noticias Católicas - directo a su bandeja de entrada
Regístrese para recibir nuestro boletín gratuito de ACI Prensa.