COLUMBUS,
A los condenados a muerte y a los presos comunes "les digo lo mismo que le digo a los feligreses cada día - Dios te ama y quiere tu arrepentimiento", señaló el Padre Lawrence Hummerm (66), quien dentro de su ministerio sacerdotal, acompaña a los presos condenados a muerte en la Institución Correccional de Chillicothe, Ohio (Estados Unidos).
El presbítero aseguró que la pastoral que realiza ha reforzado su convicción en el poder del perdón de Dios, incluso entre los presos que se sienten como "parias". "Cuando te arrepientes, por propia gracia de Dios, la pizarra se limpia y te diriges hacia la gloria".
En diálogo con ACI Prensa afirmó que "las personas que se preparan para la muerte son los mismos así estén en un hospicio o en prisión, porque viven cada día tratando de encontrar una razón para la esperanza".
Aseguró que "cuando descubren el poder del perdón de los pecados que viene por la fe, el poder de Cristo para perdonar, sanar y salvar, comienzan a centrarse más en hacia dónde van que en dónde han estado".
El sacerdote quien también es pastor en la Iglesia Saint Mary en Ohio, dijo que la mayoría de los condenados a muerte provienen de "historias muy difíciles", tales como hogares rotos.
"La mayoría han estado en la cárcel por muchos, muchos años y gran parte de ellos han perdido aquello que los llevó a cometer el mal en su pasado", afirmó.
Los presos, dijo el sacerdote, "son seres humanos que hicieron cosas muy malas, pero al igual que todos los seres humanos, (ellos) han sido y siguen siendo creados a imagen y semejanza de Dios. Las personas los demonizan por lo que hicieron, pero se olvidan no sólo de la frecuencia con que Jesús perdona a los pecadores, sino también de que nos pide hacer lo mismo".
El P. Hummerm enfatizó que los condenados a muerte sufren "el mismo tipo de agonía" como cualquier otra persona. Comentó además el caso de Mark Wiles un preso que fue ejecutado a la edad de 49 años, a quien acompañó y le administró los sacramentos en prisión.
En 1985, Wiles tenía 20 años, era adicto a las drogas y trabajaba como peón cuando intentó robarle al hombre para quien trabajaba fue ahí cuando violentamente asesinó al hijo de este a puñaladas.
Cuando el P. Hummerm conoció a Wiles en prisión, le administró el sacramento del bautismo, y durante sus últimas horas de vida, rezaron el rosario, lo confesó, fue ungido, y recibió la Comunión antes de ser ejecutado. El sacerdote recuerda que Wiles "era un hombre reservado, a pesar de que era muy querido por sus compañeros reclusos católicos".
"Yo realmente no hice mucho más que estar con él y compartir los sacramentos de la Iglesia" y agregó "En los últimos años he ungido a muchas personas a punto de morir y cerca de estarlo, pero de alguna manera la experiencia con Mark fue diferente", dijo P. Hummerm.
Resaltó que "realmente fue un momento intenso de la gracia, en la convicción de que Dios realmente perdona nuestros pecados como nosotros proclamamos nuestra fe y pedimos perdón".
El ministerio de P. Hummerm también afectó profundamente a Wiles, ya que una noche antes de morir le escribió una carta a su mejor amigo, otro hombre en la fila de muerte, donde le expresaba su experiencia de fe.
"En la carta - narró el presbítero - dijo que estaba convencido de que Dios le había enviado "al sacerdote" en ese momento. Le expresó su gratitud a Dios de que eso hubiera pasado, y supongo que uno tiene que decir que su fe creció de esa experiencia, al igual que la mía".
El P. Hummerm indicó que todos los presos tienen "el mismo tipo de problemas de alguien que vive en una comunidad, no tenga", a pesar de que también se enfrentan a dificultades especiales.
"Ellos están separados de sus seres queridos... se sienten como parias, separados de la sociedad por lo que son" y puntualizó "ellos son, en una palabra, humanos nada más y nada menos".
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