14 de diciembre de 2024 Donar
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El primer cortometraje “western” de la historia se custodia en el Vaticano

El primer cortometraje del género western "The Great Train Robbery", traducido al español como "Asalto y robo de un tren",  se custodia en los archivos la Filmoteca del Vaticano.

Con solo diez minutos de duración, el filme dirigido por Edwin Stanton Porter a inicios del siglo pasado,  es considerado por los expertos como el precursor de los populares "westerns" o películas de vaqueros.

Un artículo publicado en la edición del 7 de agosto de L'Osservatore Romano (LOR), explica la historia del filme que comenzó en 1903, cuando Porter fue invitado por el inventor Thomas Alva Edison a sus estudios cinematográficos en Estados Unidos.

Junto a Edison, Porter dirigió y produjo "The Great Train Robbery".  "Este breve film de apenas diez minutos de duración y conservado en el archivo de la Filmoteca Vaticana, es considerado el parto del precursor de uno de los géneros más populares del cine americano: el western".

La trama de la película está inspirada en un espectáculo teatral de Scott Marble de 1896, y presenta al público una reconstrucción de un famoso asalto ocurrido el 29 de agosto de 1900, cuando la banda de Butch Cassidy asaltó el tren postal de la Unión Pacific Railroad en Wyoming, llevándose con ellos más de cinco mil dólares de la época.

La película de Porter consiguió hacer algo insólito en el mundo del cine gracias a las secuencias que sucesivamente crean una tensión dramática y de gran magnitud.

Contiene escenas tanto en exterior como en interior, grabadas en diversos puntos geográficos de los Estados Unidos, desde los estudios de Edison, hasta Nueva York, Dover, el Essex Country Park, o la estación de tren Delaware-Lackawanna.

En la primera escena, los bandidos obligan al telegrafista a enviar un mensaje para que el tren haga una parada inesperada, y después, escena tras escena, los bandidos se hacen con el poder del tren, entran en el vagón posta, fuerzan la caja fuerte, secuestran a los pasajeros y asesinan a uno de ellos que pretende huir.

Mientras en el típico salón de baile la policía se divierte, llega el anuncio del asalto y todos corren al tren, mientras los bandidos huyen con el botín a caballo. Una escena de persecución a caballo se entrelaza con tiros y fumarolas de pólvora entre la policía y los asaltantes. Llegado cierto punto, los bandidos se convencen de haber burlado las fuerzas de seguridad y comienzan a repartirse el botín, pero en ese momento "los buenos" llegan para vengar el asalto y los liquidan a todos.

De esta manera, la estructura de "The Great Train Robbery", sería imitada cientos de veces, comenzando por un audaz asalto, las persecuciones a caballo, la violencia, la muerte, y la prevalencia de "los buenos" por encima de "los malos".

Además, incluye una seria de elementos que se convertirían en los iconos por excelencia del Western americano: sombreros, caballos, trenes, combates a puñetazo limpio, pañuelos sobre el rostro de los bandidos, bailes de salón, disparos, dinamita y, por primera vez en la pantalla, un hombre que baila sobre disparos.

Otra de las grandes aportaciones es la fluidez con la que aparecen las escenas, con una coherencia inaudita que crea un lenguaje cinematográfico tan conexo que no es necesaria la inclusión de carteles para explicar la historia.

De hecho, la escena final de la película se ha convertido en una de las escenas más famosas de la historia del cine, en ella el jefe de los bandidos apunta su pistola con frialdad hacia la cámara, en dirección al público.

"El efecto de la época fue terrorífico –apunta LOR-, también por el público sabía que el verdadero jefe de los bandidos estaba todavía en libertad y esta escena, en cierto sentido, alimentaba la eventualidad de que pudiera volver".

La película costó 150 dólares, y se hicieron muchas copias que se vendieron a 11 dólares cada uno, convirtiéndose en una de las más comerciales de la época. Su éxito contribuyó a la difusión del cine como espectáculo de masas, pero también como entretenimiento comercial para la industria, tanto, que en los Estados Unidos se multiplicó el número de "nickelodeon", las salas de proyección de la época.

"Todavía hoy, después de 110 años, Edwin Stanton Porter atrapa al espectador con la pantalla, y lo mantiene en vilo, y lo sorprende con su última y memorable escena, que entró en los libros de historia", concluye LOR.

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