VATICANO,
Al recibir en audiencia esta mañana a cerca de 400 participantes en la 38 sesión de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), que se realiza desde el 15 de junio en Roma (Italia), el Papa Francisco señaló que no "se puede seguir aduciendo como coartada, la crisis global actual" para combatir el hambre y la pobreza en el mundo.
El Santo Padre señaló que el sentido de ese encuentro con los participantes en el evento de la FAO "es el de compartir la idea de que se puede y se debe hacer algo más para dar vigor a la acción internacional en favor de los pobres, no sólo armados de buena voluntad o, lo que es peor, de promesas que a menudo no se han mantenido".
El Papa indicó que "las iniciativas y las soluciones posibles" para combatir el hambre "son muchas y, no se limitan al aumento de la producción".
"Es bien sabido que la producción actual es suficiente y, sin embargo, hay millones de personas que sufren y mueren de hambre: esto, queridos amigos, constituye un verdadero escándalo".
Francisco remarcó por ello que "es necesario, pues, encontrar la manera de que todos puedan beneficiarse de los frutos de la tierra, no sólo para evitar que aumente la diferencia entre los que más tienen y los que tienen que conformarse con las migajas, sino también, y sobre todo, por una exigencia de justicia, equidad y respeto a todo ser humano".
El Santo Padre indicó además que no se podrá salir completamente de la actual crisis global "hasta que no se consideren las situaciones y condiciones de vida a la luz de la dimensión de la persona humana y de su dignidad".
"La persona y la dignidad humana corren el riesgo de convertirse en una abstracción ante cuestiones como el uso de la fuerza, la guerra, la desnutrición, la marginación, la violación de las libertades fundamentales o la especulación financiera, que en este momento condiciona el precio de los alimentos, tratándolos como cualquier otra mercancía y olvidando su destino primario".
El Papa subrayó que se debe "proponer de nuevo, en el contexto internacional actual, la persona y la dignidad humana no como un simple reclamo, sino más bien como los pilares sobre los cuales construir reglas compartidas y estructuras que, superando el pragmatismo o el mero dato técnico, sean capaces de eliminar las divisiones y colmar las diferencias existentes".
"Es necesario contraponerse a los intereses económicos miopes y a la lógica del poder de unos pocos, que excluyen a la mayoría de la población mundial y generan pobreza y marginación, causando disgregación en la sociedad, así como combatir esa corrupción que produce privilegios para algunos e injusticias para muchos".
Francisco advirtió además que "la situación que estamos viviendo, aunque esté directamente relacionada con factores financieros y económicos, es también consecuencia de una crisis de convicciones y valores, incluidos los que son el fundamento de la vida internacional".
El Papa recordó el pasaje evangélico del samaritano que socorre a quien está necesitado, no "como un gesto de caridad o porque dispone de dinero, sino para hacerse uno con aquel a quien ayuda: quiere compartir su suerte".
"No se trata de mera compasión o tal vez de una invitación a compartir o a favorecer una reconciliación que supere las adversidades y las contraposiciones. Significa más bien estar dispuestos a compartirlo todo y a decidirse a ser buenos samaritanos, en vez de personas indiferentes ante las necesidades de los demás".
El Santo Padre pidió a la FAO, a sus Estados miembros y a toda institución de la comunidad internacional "una apertura del corazón".
"Es preciso superar el desinterés o el impulso a mirar hacia otro lado, y prestar atención con urgencia a las necesidades inmediatas, confiando al mismo tiempo que maduren en el futuro los resultados de la acción de hoy".
El Papa remarcó que "no podemos soñar con planes asépticos. Hoy no sirven. Todo plan propuesto nos debe involucrar a todos" y pidió abandonar "cualquier tentación de poder, o de poseer más y más, o buscar el propio interés en lugar de servir a la familia humana y, en ella, especialmente y sobre todo a los indigentes y los que aún sufren por hambre y desnutrición".
Francisco señaló que "uno de los primeros efectos de las graves crisis alimentarias, y no sólo las causadas por desastres naturales o por conflictos sangrientos, es la erradicación de su ambiente de personas, familias y comunidades", la cual "es una dolorosa separación que no se limita a la tierra natal, sino que se extiende al ámbito existencial y espiritual, amenazando y a veces derrumbando las pocas certezas que se tenían".
"Este proceso, que ya se ha hecho global, requiere que las relaciones internacionales restablezcan esa referencia a los principios éticos que las regulan y redescubran el espíritu auténtico de solidaridad que puede hacer incisiva toda la actividad de cooperación".
Por ello, el Papa calificó de "sumamente expresiva la decisión de dedicar el próximo año a la familia rural", y pidió que "más allá de un motivo de celebración, se ha de reforzar la convicción de que la familia es el lugar principal del crecimiento de cada uno, pues a través de ella el ser humano se abre a la vida y a esa exigencia natural de relacionarse con los otros".
"Los lazos familiares son esenciales para la estabilidad de las relaciones sociales, para la función educativa y para un desarrollo integral, puesto que están animados por el amor, la solidaridad responsable entre las generaciones y la confianza recíproca. Estos son los elementos capaces de hacer menos gravosas hasta las situaciones más negativas, y llevar a una verdadera fraternidad a toda la humanidad, haciendo que se sienta una sola familia, en la que la mayor atención se pone en los más débiles".
Francisco remarcó que "la lucha contra el hambre pasa por la búsqueda del diálogo y la fraternidad" y pidió a la FAO que promocione "la cultura del encuentro y la cultura de la solidaridad".
"Pero esto requiere la disponibilidad de los Estados miembros, el pleno conocimiento de las situaciones, una preparación adecuada, e ideas capaces de incluir a toda persona y toda comunidad. Sólo así será posible conjugar el afán de justicia de miles de millones de personas con las situaciones concretas que presenta la vida real".
Al finalizar su discurso para los participantes del evento de la FAO, el Santo Padre les aseguró a ellos que "la Iglesia Católica, con sus estructuras e instituciones, les acompaña en este esfuerzo, que busca lograr una solidaridad concreta, y la Santa Sede sigue con interés las iniciativas que la FAO emprende, alentando todas sus actividades".
"Les agradezco este momento de encuentro, y bendigo el trabajo que desempeñan a diario al servicio de los últimos. ¡Muchas gracias!", concluyó.
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