VATICANO,
Para recibir el don de la salvación de Cristo es necesario reconocerse con sinceridad, como un frágil vaso de barro, débiles y pecadores, evitando toda forma de auto justificación, así lo afirmó el Papa Francisco durante la homilía de la Misa de esta mañana, celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta.
"Hermanos, nosotros tenemos un tesoro: éste de Jesucristo Salvador. La Cruz de Jesucristo, este tesoro del que nos jactamos. Pero lo tenemos en un vaso de barro. Jactémonos también de nuestro prontuario, de nuestros pecados. De esta forma el diálogo es cristiano y católico: concreto, porque la salvación de Jesucristo es concreta. Jesucristo no nos ha salvado con una idea, con un programa intelectual. No. Nos ha salvado con la carne, con lo concreto de la carne. Se ha abajado, hecho hombre, hecho carne hasta el final. Pero solamente, sólo se puede entender sólo se puede recibir, en vasos de barro".
El Santo Padre reflexionó sobre la Carta en la que Pablo explica a los cristianos de Corinto que, para que sea claro que la "extraordinaria potencia" de la fe es obra de Dios, debe ser derramada sobre hombres pecadores, en "vasos de barro".
Precisamente de la relación "entre la gracia y la potencia de Jesucristo" y nosotros pobres pecadores, brota, observó el Papa, "el diálogo de la salvación". Y sin embargo, este diálogo debe evitar todo tipo de "auto justificación", "debe ser como somos nosotros":
"Pablo, ha hablado tantas veces –es como un estribillo, ¿no?– de sus pecados. 'Les digo esto: yo que he sido un perseguidor de la Iglesia, he perseguido…' Vuelve siempre a su memoria de pecado. Se siente pecador. Pero en aquel momento no dice: 'Era, pero ahora soy santo', no. También ahora, una espina de Satanás en mi carne. Nos hace ver la propia debilidad. El propio pecado. Es un pecador que acoge a Jesucristo. Dialoga con Jesucristo".
La clave, indicó el Papa, es la humildad. El mismo Pablo lo demuestra. Él reconoce públicamente, dijo Francisco, "su currículo de servicio", o sea todo aquello que ha cumplido como Apóstol enviado por Jesús. Pero no por esto se esconde o esconde aquello que el Pontífice define "su prontuario", o sea sus pecados: