14 de diciembre de 2024 Donar
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Diario vaticano recuerda a Santa Clotilde, conocida por interceder por la conversión de los esposos

Santa Clotilde

El diario de la Santa Sede, L'Osservatore Romano, recordó en su edición del 2 de junio a Santa Clotilde como la santa del mes. Esta mujer valerosa, hija, esposa, y madre de un rey, vivió durante el Medievo en Francia y llegó al camino de la santidad a través de la conversión de su esposo.

La vida de esta Santa estuvo ceñida a una serie de tragedias y asesinatos, pero su misión fue conseguir la conversión del rey consorte y del pueblo entero.

Clotilde nació en Lyon, en el año 475. Mientras que el Imperio Romano caía en Occidente y la Galia romana se disgregaba en diversos reinos Bárbaros. Era la hija de Chilperico II, rey de Burgundi, un grupo germánico asentado entre el Reno y el Rodano, de religión arriana.

Su infancia estuvo marcada por constantes violencias y de luchas fratricidas entre los tíos y su padre, a quien su propio hermano le cortó la cabeza en el 486. Su madre fue tirada al agua con una gran piedra atada al cuello. Dos desventuras que señalaron a la joven Clotilde.

Huérfana de padre y madre fue exiliada a Ginebra junto a su hermana Crona, a casa de su tío Godegiselo. Allí las dos hermanas se convirtieron al catolicismo y se ofrecieron a la oración. La fama de sus dotes morales y su belleza llegó a las cortes reales, y Clodoveo, el joven rey de los Francos pidió matrimonio a Clotilde. Su hermana se hizo religiosa.

Clodoveo era pagano pero quedó cautivado por la convicción con la que Clotilde le hablaba de su religión, consintiendo el bautismo de su primer hijo, que murió de manera prematura. Al nacer su segundo hijo, Clodomiro, Clotilde se encomendó al Señor a través de la oración, y el niño sobrevivió.

En el 496 el rey debía lidiar una importante batalla contra los alemanes, en Tolbiaco, cerca de Colonia. Durante la batalla, confió la victoria a la ayuda de Cristo y prometió la conversión diciendo: "Yo creeré en ti y mi haré bautizar en tu nombre". El rey mantuvo su promesa, y junto a tres mil francos se hizo bautizar en la noche de Navidad de ese mismo año en la catedral de Reims. Desde entonces, la nación francesa ha profesado la religión católica.

Clotilde también tuvo que pasar por algunas pruebas. Su hija murió a manos del marido que la maltrataba, y su hijo fue también asesinado, de manera que tuvo que ocuparse también de sus nietos y soportando el peso de la lucha por la corona.

Después de la muerte de su esposo, vivió como religiosa, y desilusionada por tantas guerras entre los sucesores de su marido, se retiró a Tours para dedicarse a la oración y a las buenas obras, especialmente en ayuda de los pobres, los enfermos y afligidos.

Sus dos hijos Clotario I y Childeberto I se declararon la guerra, cuando los dos ejércitos estaban listos para la batalla Clotilde se dedicó a rezar fervorosamente por la paz entre ellos. Pasó toda una noche en oración pidiendo por la reconciliación de los dos hermanos y sucedió que estalló entonces una tormenta tan espantosa que los dos ejércitos tuvieron que alejarse antes de recibir la orden de ataque.

Los dos combatientes firmaron la paz y fueron a visitar a su santa madre para prometer que se tratarían como buenos hermanos y no como enemigos.

Santa Clotilde murió en Tours el 3 de junio de 545, y sus restos fueron trasladados a París.

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