VATICANO,
En su homilía de la Misa celebrada hoy en la Casa Santa Marta, el Papa Francisco dijo que cuando el cristiano no es sal de fe, esperanza y caridad para los demás, cuando no es la sal de Jesús, se hace insípido y se convierte en un "cristiano de museo" que no hace nada.
El Santo Padre recordó que con su Resurrección para salvarnos, Jesús nos ha dado la sal para dar "sabor" a la vida de los demás, pero hay que estar atentos para que esta sal "no se haga insípìda, no pierda su fuerza". Esta sal "no es para conservarla, porque la sal que se mantiene en el salero no hace nada, no sirve".
"La sal tiene sentido si le da sabor a las cosas. También creo que la sal que se guarda en el salero con la humedad, pierde fuerza y no sirve. La sal que hemos recibido es para darla, para saborizar, para ofrecerla. De otro modo se hace insípida y no sirve. Debemos pedirle al Señor no convertirnos en cristianos con sal insípida, con la sal guardada en el salero".
El Papa dijo luego que "la sal tiene también otra particularidad: cuando la sal se usa bien, no se siente el gusto de la sal, su sabor... ¡No se siente! Se siente el sabor de cada plato: la sal ayuda a que el sabor del plato sea mejor, se conserve mejor, más sabroso. ¡Esta es la originalidad cristiana!"
"Cuando anunciamos la fe con esta sal los que reciben el anuncio lo reciben según su propia peculiaridad, como los platos de comida y así cada uno, con su propia peculiaridad recibe la sal y se hace más bueno".
El Papa destacó que "¡la originalidad cristiana no es una uniformidad! Toma a cada uno como es, con su personalidad, con sus características, con su cultura y lo deja con eso, porque es una riqueza. ¡Pero le da más para tener sabor! Esta originalidad cristiana es tan bella que cuando se quiere a todos uniformes -todos salados de la misma forma- las cosas se vuelven como cuando se echa demasiada sal y se siente solo ese gusto y no el gusto del plato. La originalidad cristiana es justamente esto: cada uno es como es, con los dones que el Señor le ha dado".