14 de diciembre de 2024 Donar
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Se suicida líder de secta que quemó a bebé recién nacido

Ramón Castillo Gaete

El cuerpo sin vida de Ramón Castillo Gaete, chileno líder una secta que quemó en una hoguera a un bebé de tres días de nacido, fue encontrado ayer en Cuzco (Perú), tras una semana de búsqueda y cerco de la policía local.

De acuerdo a las autoridades peruanas, Castillo Gaete, quien se autodenominó "Antares de Luz", fue encontrado ahorcado en una casa abandonada, descartando "la presencia de una mano ajena".

El líder de la secta escapó rumbo a Perú luego del arresto de sus demás compañeros a manos de la Policía de Investigación de Chile, acusados por quemar al bebé en una caldera de dos metros de profundidad, repleta de fuego, durante un "ritual de sanación" en noviembre de 2012.

Se presume que el bebé era hijo de Castillo Gaete con una de las integrantes de la secta.

De acuerdo a las investigaciones de las autoridades chilenas, los miembros de la secta consumían el alucinógeno "ayahuasca", en reuniones en las que Ramón Castillo Gaete tenía relaciones sexuales con todas sus seguidoras.

El líder de la secta convenció a sus seguidoras de que él era un dios, que no podía procrear, y si esto llegaba a suceder, el bebé era el anticristo y debía morir.

En declaraciones a ACI Prensa, el P. Luis Santamaría del Río, secretario de la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas (RIES), explicó que "el caso de la secta que ha llegado a quemar a un bebé recién nacido nos muestra que los delirios de un autoproclamado 'dios' no sólo pueden llevar a la manipulación psicológica y de los adeptos que entran a formar parte de su agrupación, sino también a la destrucción de todo lo que se mueva alrededor".

"Un niño inocente ha sido la víctima principal de una dinámica fanática de despersonalización del denominado 'Antares de la Luz'", señaló.

El sacerdote advirtió que esta es una nueva señal del "extremo patológico al que pueden llevar las sectas y todo lo que se mueve en torno a la nueva religiosidad alternativa".

En el caso de la secta chilena, indicó, "observamos cómo se mezclaban diversos elementos, en un hábil sincretismo que podemos encontrar hoy en muchos lugares".

"Por un lado, los cursos de autosanación y automejoramiento. Por otro lado, la referencia al fin del mundo para el pasado 21 de diciembre, elemento que funcionaba en la secta como presión para obedecer al líder. Junto a esto, los arrebatos divinos del gurú tenían convencidos a los adeptos de que se encontraban ante un ser superior".

"Desconozco si se trata de un psicópata, de un perturbado o de un simple aprovechado y farsante", señaló el experto, pero "sea como sea, utilizó a sus adeptos en lo económico y en lo sexual, poniéndolos a su servicio y llegando a convencerlos de que si una miembro del grupo quedaba embarazada de él, al tratarse de Dios en persona, el hijo resultante sería el Anticristo, y por eso había que matarlo".

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"Para apoyar sus delirios, hacía que los miembros de la secta emplearan la ayahuasca, una sustancia alucinógena muy peligrosa", indicó.

Si bien precisó que no se trata de una secta satánica, como la han catalogado muchos medios, pues "no se trata de un movimiento que adorara al demonio o lo tuviera en el centro de su doctrina de ninguna manera", el P. Santamaría advirtió que "los cristianos sí podemos ver en la acción de 'Antares de la Luz' la influencia de las fuerzas del mal".

El sacerdote señaló que tener "una visión sobrenatural de la realidad nos permite entender la acción del demonio a través de la falsa religiosidad, que del culto al propio bienestar y autosatisfacción puede pasar a la idolatría de una persona que acaba provocando muerte y destrucción a su alrededor".

"Por desgracia, no es la primera vez que ocurre un suceso como éste, ni será la última", advirtió.

El sacerdote indicó que la corrupción de la espiritualidad, como en este caso, "no lleva a una mayor humanización y plenitud de las personas, sino a una espiral de despersonalización y muerte".

Por ello, recomendó, la Iglesia debe seguir "dando testimonio de la verdadera religiosidad, mostrando al Dios que se ha encarnado en Jesucristo y que quiere que los hombres sean libres y capaces de amar, cooperando en su inmensa obra creadora y vivificadora".

Los católicos, indicó, "tenemos la obligación de dar testimonio de un Dios que está más allá de nosotros (trascendencia), pero que ha querido quedarse y caminar con nosotros (inmanencia). Un 'totalmente Otro' que ha revelado su rostro en Jesús".

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