Las lecturas que se han proclamado nos permiten entender que, con la gracia de Dios, estamos llamados a poner por obra las actitudes y comportamientos concretos durante esta Cuaresma. La Iglesia nos vuelve a proponer, en primer lugar, el fuerte reclamo que el profeta Joel dirige al pueblo de Israel: "Así dice el Señor, retornen a mí con todo el corazón, con ayuno, con llantos y lamentos" (2,12).
Se subraya la expresión "con todo el corazón", que significa desde el centro de nuestros pensamientos y sentimientos, desde las raíces de nuestras decisiones, opciones y acciones, con un gesto de total y radical de libertad. Pero, ¿es posible este retorno a Dios? Sí, porque hay una fuerza que no reside en nuestro corazón, sino que emana del corazón mismo de Dios. Es la fuerza de su misericordia.
Dice además el profeta: "Retorna al Señor, vuestro Dios, porque él es misericordioso y piadoso, lento a la ira, de gran amor, pronto a arrepentirse respecto al mal". El retorno al Señor es posible como "gracia" porque es obra de Dios y fruto de la fe que nosotros reponemos en su misericordia. Pero este retornar a Dios se hace realidad concreta en nuestra vida solo cuando la gracia del Señor penetra en lo íntimo y lo sacude donándonos la fuerza de "rasgar el corazón".
Y todavía el profeta hace resonar de parte de Dios estas palabras: "rasguen vuestro corazón y no las vestiduras" (v.13). En efecto, también en nuestros días, muchos están prontos a "rasgarse las vestiduras" ante escándalos e injusticias –naturalmente cometidos por otros– pero pocos parecen disponibles a actuar sobre el propio "corazón", sobre la propia consciencia y sobre las propias intenciones, dejando que el Señor transforme, renueva y convierta.
Ese "retornar a mí con todo el corazón", entonces, es un reclamo que involucra no solo al individuo, sino a la comunidad. Hemos escuchado siempre en la primera lectura: "Suene el cuerno en Sión, proclamen un solemne ayuno, convoquen una reunión sagrada. Reúnan al pueblo, congreguen a una asamblea solemne, llamen a los viejos, reúnan a los niños, los lactantes; salga el esposo de su cámara y la esposa de su tálamo" (vv.15-16).
La dimensión comunitaria es un elemento esencial en la fe y en la vida cristiana. Cristo ha venido "para reunir a los hijos de Dios que estaban dispersos" (cfr Jn 11,52). El "Nosotros" de la Iglesia es la comunidad en la que Jesús nos reúne (cfr. Jn 12,32): la fe es necesariamente eclesial. Y esto es importante recordarlo y vivirlo en este Tiempo de la Cuaresma: que cada uno sea consciente de que el camino penitencial no lo afronta solo, sino junto a tantos hermanos y hermanas en la Iglesia.