ROMA,
El Arzobispo de Filadelfia (EEUU), Mons. Charles J. Chaput, señaló que la primera santa nativa de ese país canonizada el domingo 21 de octubre, Santa Kateri Tekakwitha, es un ejemplo para los jóvenes.
En entrevista concedida a ACI Prensa luego de la canonización de siete santos presidida por el Papa Benedicto XVI en la Plaza de San Pedro, el Prelado recordó que Santa Kateri Tekakwitha, una miembro de la tribu de los mohawks, “vivió la vida cristiana intensamente” hasta su muerte ocurrida a los 24 años.
“Creo que puede ser una patrona para los jóvenes adultos. Ella se comprometió a una vida de castidad, que es una gran lucha para mucha gente en nuestra cultura actualmente. También es un ejemplo para los indios porque ella era totalmente india y totalmente cristiana”.
Mons. Chaput, cuya madre fue una nativa estadounidense de la tribu de los Potawatomi, recordó que cuando era niño y se celebraba la fiesta de los mártires norteamericanos en el día de su cumpleaños, 26 de septiembre, pensaba “que debía ser sacerdote para tomar su lugar”.
“Era una relación muy interesante la que tuve con la comunidad india y con la Iglesia. Estoy muy orgulloso de mis ancestros indios, y también me identificó con los que fueron misioneros en medio de ellos”.
Para el Arzobispo, la nueva santa y los otros seis elevados a los altares, representan “la encarnación de lo que el Papa Juan Pablo II llamó inculturación” es decir “la penetración del Evangelio en la cultura… El Evangelio penetró en su vida y la transformó hasta hacerla santa. Y ese es el proceso que nos toca seguir a nosotros”.
Luego de dialogar con ACI Prensa, el Arzobispo celebró una Misa de acción de gracias en la Basílica de San Pedro en honor a la nueva santa, acompañado de una banda de música de nativos estadounidenses y un coro, además de miles de fieles que llenaron el templo.
La homilía estuvo a cargo del Obispo del lugar de donde era la Santa, Albany, Mons. Howard Hubbard. Para el Prelado, Kateri Tekakwitha “es un ejemplo contracorriente de la vida de castidad hoy. Su vida es un antídoto al individualismo de nuestro tiempo, muestra la aceptación por excelencia de la cruz de Cristo”.
El Obispo recordó las últimas palabras de la santa: “Jesús te amo” y que luego de su muerte los sacerdotes que la acompañaban informaron que “las cicatrices que tuvo desde niña (a causa de la viruela) desaparecieron milagrosamente”.
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