VATICANO,
En sus palabras previas al rezo del Ángelus, ante los peregrinos reunidos en Castel Gandolfo, el Papa Benedicto XVI exhortó a los cristianos a “gozar por cada gesto e iniciativa de bien, sin envidias ni celos”.
Al referirse al Evangelio de hoy, el Santo Padre señala que Jesús no sólo no permitió que Juan impida a un hombre, que no era seguidor del Señor, expulsar demonios, sino que “aprovecha aquella situación para enseñar a sus discípulos que Dios puede obrar cosas buenas y hasta prodigiosas también más allá de su propio círculo”.
Jesús enseñó a sus discípulos, anotó el Papa, “que se puede colaborar a la causa del Reino Dios en distintos modos, aún ofreciendo un simple vaso de agua a un misionero”.
Benedicto XVI citó a San Agustín, quien escribió que “como en la Católica –es decir en la Iglesia- se puede encontrar lo que no es católico, así también fuera de la Católica puede haber algo de Católico”.
Por ello, el Santo Padre indicó que “los miembros de la Iglesia no tienen que probar celos, sino más bien alegrarse si alguien externo a la comunidad obra el bien en el nombre de Cristo, a condición que lo haga con intención recta y con respeto”.
“También en el interior de la Iglesia misma puede suceder, a veces, que cueste valorizar y apreciar, en un espíritu de profunda comunión, las cosas buenas realizadas por las distintas realidades eclesiales”, lamentó.
Sin embargo, exhortó el Papa, “todos tenemos que ser siempre capaces de apreciar y estimarnos mutuamente, alabando al Señor por la infinita ‘fantasía’ con la cual obra en la Iglesia y en el mundo”.
Benedicto XVI también se refirió a la “denuncia del apóstol Santiago contra los ricos deshonestos, que ponen sus seguridades en las riquezas acumuladas a fuerza de violencia”.
“Las palabras del apóstol Santiago, mientras advierten de la vana codicia de los bienes materiales, constituyen un fuerte llamamiento a usarlos en la perspectiva de la solidaridad y del bien común, obrando siempre con equidad y moralidad en todos los niveles”.
Citando a San Cesáreo de Arlés, el Papa dijo que “la riqueza no puede hacer el mal a un hombre bueno, porque la dona con misericordia, así como no puede ayudar a un hombre malo, mientras la conserve con avidez o la derroche disipándola”.
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