BEIRUT,
En su discurso hoy a los miembros del gobierno, líderes religiosos y representantes del mundo de la cultura, el Papa Benedicto XVI señaló que "ahora más que nunca" el Líbano debe ser para Medio Oriente y para el mundo un ejemplo de auténtica paz y de defensa y promoción del derecho sagrado de la vida.
En el salón 25 de mayo del Palacio Presidencial de Baabda, Benedicto XVI dijo que "el Líbano está llamado, ahora más que nunca, a ser un ejemplo. Políticos, diplomáticos, religiosos, hombres y mujeres del mundo de la cultura, os invito, pues, a dar testimonio con valor en vuestro entorno, a tiempo y a destiempo, de que Dios quiere la paz, que Dios nos confía la paz".
Antes de pronunciar su discurso a las 11:15 a.m. (hora local), el Papa participó de una ceremonia simbólica en la que, junto al presidente del Líbano, Michel Sleiman, plantaron un cedro del Líbano.
Reflexionando sobre las palabras de Cristo "La paz os dejo, mi paz os doy", el Santo Padre dijo que en la ceremonia "he pedido a Dios que os bendiga, que bendiga al Líbano y a todos los habitantes de esta región que ha visto nacer grandes religiones y nobles culturas. ¿Por qué ha elegido Dios esta región? ¿Por qué vive en la turbulencia? Pienso que Dios la ha elegido para que sirva de ejemplo, para que dé testimonio de cara al mundo de la posibilidad que tiene el hombre de vivir concretamente su deseo de paz y reconciliación".
"Un país es rico, ante todo, por las personas que viven en su seno. Su futuro depende de cada una de ellas y de su conjunto, y de su capacidad de comprometerse por la paz. Este compromiso sólo será posible en una sociedad unida. Sin embargo, la unidad no es uniformidad. La cohesión de la sociedad está asegurada por el respeto constante de la dignidad de cada persona y su participación responsable según sus capacidades, aportando lo mejor que tiene".
Benedicto XVI resaltó luego que "con el fin de asegurar el dinamismo necesario para construir y consolidar la paz, hay que volver incansablemente a los fundamentos del ser humano. La dignidad del hombre es inseparable del carácter sagrado de la vida que el Creador nos ha dado. En el designio de Dios, cada persona es única e irremplazable. Viene al mundo en una familia, que es su primer lugar de humanización y, sobre todo, la primera que educa a la paz".