LIMA,
"La única secuela que quedó fue la cicatriz", recuerda Antonio Cabrera Pérez-Camacho al referirse al accidente que en 1956 casi le hace perder la pierna, pero que se salvó gracias a la intercesión del entonces Beato Martín de Porres, y que se convertiría a la vez en el milagro que permitió la canonización del santo peruano, cuyo 50º aniversario se celebró el 6 de mayo.
En diálogo con el diario peruano El Comercio, Antonio recordó desde España que todo comenzó con una travesura infantil el 25 de agosto de 1956 durante unas vacaciones en la localidad de Garachico.
"Era un niño extremadamente travieso y paseaba con otro niño que llevaba un jabón. Se lo quité y lo lancé a una casa en construcción. Él se puso a llorar y decía que su papá no se lo perdonaría. Le dije ‘no te preocupes que lo busco’", señaló.
Sin embargo, al trepar a la azotea se desprendió un bloque de unos 30 kilos. "Caí a la calle y encima me cayó el bloque. Mi pierna izquierda quedó destrozada", añadió.
El ahora odontólogo dijo que en la clínica los médicos comprobaron que no circulaba la sangre y la pierna se estaba gangrenando. "Me sacaban trozos de carne putrefactos", señaló. Pasaron los días y a pesar de los esfuerzos la pierna no mejoraba.
Así, el 31 de agosto los médicos desistieron y advirtieron que había que amputar la pierna ante la inminente septicemia. Por si fuera poco, asomaban síntomas de hepatitis y estado tóxico.