BÉRGAMO,
El Padre Luciano Manenti, sacerdote de la diócesis de Bergamo, presidió los multitudinarios funerales de Piermario Morosini, el futbolista de 25 años de edad que falleció el sábado de un infarto durante un partido de la serie B del fútbol italiano. Al despedir a quien fuera su amigo, alentó a los creyentes a llevar una vida de fe y ser conscientes de la fragilidad humana.
Unas cinco mil personas entre amigos, pobladores e hinchas de los diversos equipos en los que militó Morosini, se reunieron en el estadio de Bergamo para acompañar la Misa de exequias a través de pantallas gigantes. En la pequeña iglesia de Monterosso solo cabían 600 personas.
La trágica muerte del futbolista conmovió a la sociedad italiana. El joven falleció en el campo de juego mientras el partido se veía por televisión dejando a sus compañeros en profundo llanto.
Morosini se había ganado el cariño de los compañeros que tuvo en los cinco equipos en los que jugó desde su adolescencia por su permanente sonrisa y constante lucha pese a llevar una vida marcada por el drama. Su madre murió cuando él tenía 15 años, poco después falleció su padre. Se quedó a cargo de sus dos hermanos discapacitados, el menor se suicidó y María Carla, su hermana mayor, vive en una residencia para personas con problemas mentales en Bergamo.
La muerte de Morosini ha despertado una cadena de solidaridad entre los futbolistas italianos. Antonio Di Natale, capitán del Udinense –equipo que cedió a Morosini a préstamo al Livorno y cuya camiseta defendía cuando murió–, se ha comprometido a hacerse cargo de la hermana del jugador.
El diario L’Eco di Bergamo señala que entre los asistentes al funeral estuvieron (ayer) el capitán de la selección argentina y del Inter de Milán, Javier Zanetti y decenas de destacados futbolistas, dirigentes y autoridades civiles locales como los alcaldes de Bergamo, Pescara y Livorno.