VATICANO,
En la Misa de Miércoles de Ceniza que presidió ayer, el Papa Benedicto XVI explicó que las cenizas recuerdan al hombre su condición de mortal, pero no para desesperarse, sino para acoger a Dios que con su Resurrección abre a los hombres las puertas del cielo.
El Papa presidió ayer la tradicional procesión penitencial desde la Iglesia de San Anselmo del Aventino hasta la basílica de Santa Sabina, en la misma colina romana. Tomaron parte en ella numerosos cardenales, arzobispos y obispos, así como los monjes benedictinos de San Anselmo, los sacerdotes dominicos de Santa Sabina y los fieles.
Tras la procesión, Benedicto XVI presidió la celebración Eucarística con el rito de la bendición y la imposición de la ceniza. El Papa la recibió de manos del Cardenal Josef Tomko, titular de la basílica, y seguidamente la impuso a los cardenales y a algunos monjes, religiosos y fieles.
Después de la proclamación del Evangelio, pronunció una homilía en la que explicó el significado del signo litúrgico de la ceniza, "un elemento de la naturaleza que se convierte en la liturgia en un símbolo sacro, muy importante en esta jornada que da inicio al itinerario cuaresmal".
"La ceniza es uno de esos signos materiales que llevan el cosmos al interior de la liturgia. (…) Se trata de un signo no sacramental, pero ligado a la oración y la santificación del pueblo cristiano".
De hecho, antes de imponerla sobre la cabeza de los fieles, el sacerdote bendice la ceniza; una de las fórmulas de bendición hace referencia al pasaje del Génesis que acompaña el gesto de la imposición: "Polvo eres y al polvo volverás". Se trata de las palabras con las que concluye el juicio pronunciado por Dios después del pecado original.