De Prada: tenía un carácter muy duro que le hacía tener choques con los de la Compañía, a veces conductas que se pueden considerar estrafalarias. Era un escritor, poeta, artista, y los grandes creadores tienen una mente complicada, y creo que esto no lo supieron entender sus superiores al tratar de moldear su temperamento a unas reglas comunes para todos los de la Compañía.
Por otra parte, él denunció de forma feroz en una serie de cartas, que fue lo definitivo para que lo expulsaran de la compañía, como los votos de pobreza castidad y obediencia de la compañía necesitaban ser purificados, tener un rigor más de fondo y un rigor menos de forma, esto fue implacable para él.
Esas cartas están en un libro editado en Argentina "Cristo y los fariseos". Al leer esas cartas en las que reflexiona sobre la pobreza, castidad y obediencia uno entiende lo que ocurrió posteriormente en las órdenes religiosas. Creo que su separación del ministerio sacerdotal de alguna manera es una especie de signo profético de lo que le iba a ocurrir a la Iglesia en los años inmediatamente posteriores, en donde la vida sacerdotal y religiosa tanto iba a sufrir.
Fue repuesto en su ministerio sacerdotal en los años 60, volvió a hacer misas, y murió haciendo misas todos los días. Se le ofreció siendo anciano volver a la Compañía de Jesús pero lo rechazó y se quedó como sacerdote secular.
ACI Prensa: ¿qué le dice Castellani a los católicos del mundo secularizado de hoy?
De Prada: les hubiera llamado católicos "mistongos", católicos blanditos, fofos, que pretenden servir a dos amos, habría sido bastante áspero, pero también divertido. Hubiera sido un látigo para nuestras conciencias extraordinario y nos hubiera hecho muy bien. Pero creo que lo importante de un escritor al final son sus libros, y en eso creo que Castellani nos ha dejado libros maravillosos que tenemos que leerlos.
Breve biografía
El P. Castellani nació en Santa Fe (Argentina). Ingresó a la Compañía de Jesús (jesuitas) a los 19 años y fue ordenado sacerdote en 1931. Estudió Filosofía y Teología en la Universidad Gregoriana de Roma y Psicología en la Sorbona de París. De vuelta a casa, su actividad periodística y política le granjeó muchos y poderosos enemigos.
En 1949 fue expulsado de la Compañía de Jesús y suspendido en su ministerio sacerdotal, que recuperó en 1966. Tan duro periodo concentra su mejor producción intelectual, que le catapultó como referente para el pensamiento argentino.
Murió en Buenos Aires dejando obras ya clásicas como Camperas, Los papeles de Benjamín Benavides, El Apocalipsis de San Juan o Su Majestad Dulcinea.
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