Y esto es lo que el Señor quiere, su diálogo con Abraham es una prolongada e inequívoca manifestación de su amor misericordioso. La necesidad de encontrar a los hombres justos al interior de la ciudad se hace siempre menos exigente y al final solo bastarían diez para salvar a toda la población. Por ese motivo Abraham se queda en diez, es algo que no dice el texto. Tal vez es un número que indica un núcleo comunitario mínimo (todavía hoy, diez personas son el quórum necesario para la oración pública hebrea).
Sin embargo, se trata de un número exiguo, una pequeña parcela de bien de la cual partir para salvar un gran mal. Pero ni siquiera diez justos se encontraron en Sodoma y Gomorra, y las ciudades fueron destruidas. Una destrucción paradojalmente testimoniada como necesaria a partir de la oración de intercesión de Abraham. Porque por esa oración se ha revelado la voluntad salvífica de Dios: el Señor estaba dispuesto a perdonar, deseaba hacerlo, pero las ciudades estaban cerradas en un mal totalizante y paralizante, sin ni siquiera pocos inocentes de los cuales partir para transformar el mal en bien.
Porque es justamente este el camino de la salvación que también Abraham pedía: ser salvados no quiere decir simplemente librarse del castigo, sino ser liberado del mal que nos habita. No es el castigo el que debe ser eliminado, sino el pecado, aquel rechazo de Dios y del amor que ya porta en sí el castigo. Dirá el profeta Jeremías al pueblo rebelde: ‘tu misma maldad te castiga y tus rebeliones te castigan. Date cuenta y prueba cuán triste y amargo es abandonar al Señor, tu Dios’.
Y de esta tristeza y amargura es de las que el Señor quiere salvar al hombre liberándolo del pecado. Para ello sirve entonces una transformación del interior, un punto de apoyo de bien, un inicio del cual partir para convertir el mal en bien, el odio en amor, la venganza en perdón.
Las Mejores Noticias Católicas - directo a su bandeja de entrada
Regístrese para recibir nuestro boletín gratuito de ACI Prensa.
Click aquí
Por eso los justos deben estar dentro de la ciudad, y Abraham continuamente repite: ‘tal vez si encontráramos allí…’. ‘Allí’: es dentro de la realidad enferma que debe estar ese germen de bien que puede resanar y volver a dar la vida.
Es una palabra dirigida también a nosotros: que en nuestras ciudades se encuentre el germen del bien, que hagamos de todo para que no sean solo diez justos, para hacer realmente vivir y sobrevivir a nuestras ciudades y para salvarnos de esta amargura interior que es la ausencia de Dios. Y en la realidad enferma de Sodoma y Gomorra aquel germen de bien no se encontraba.
Pero la misericordia de Dios en la historia de su pueblo se extiende ulteriormente. SI para salvar Sodoma servían diez justos, el profeta Jeremías dirá, a nombre del Omnipotente, que basta un solo justo para salvar Jerusalén: ‘prosigan el camino de Jerusalén, observen bien e infórmense, busquen en sus plazas y si hay un hombre que practique el derecho, y busca la fidelidad, yo la perdonaré’.
El número ha descendido más, la bondad de Dios se muestra incluso más grande. Y ni siquiera esto basta, la sobreabundante misericordia de Dios no encuentra la respuesta de bien que busca, y Jerusalén cae bajo el asedio del enemigo.
Será necesario que Dios mismo se convierta en aquel justo. Y este es el misterio de la Encarnación para garantizar a un justo. Él mismo se hace hombre. El justo será para nosotros siempre Él: es necesario entonces que Dios mismo se convierta en ese justo. El infinito y sorprendente amor divino será plenamente manifestado cuando el Hijo de Dios se hace hombre, el Justo definitivo, el perfecto Inocente, que portará la salvación al mundo entero muriendo en la cruz, perdonando e intercediendo por aquellos que ‘no saben lo que hacen’. Entonces la oración de cada hombre encontrará su respuesta, entonces toda nuestra intercesión será plenamente respondida.
Queridos hermanos y hermanas, la súplica de Abraham, nuestro padre en la fe, nos enseñe a abrir siempre más el corazón a la misericordia sobreabundante de Dios, para que en la oración cotidiana sepamos desear la salvación de la humanidad y pedirla con perseverancia y con confianza al Señor que es grande en el amor. Gracias".