También en este sentido podemos entender la expresión: rezar es difícil. De hecho, la oración es el lugar por excelencia de la gratuidad, de la tensión hacia el Invisible, el Inesperado y el Inefable. Por ello, la experiencia de la oración es para todos un desafío, una "gracia" que invocar, un don de Aquel al que nos dirigimos.
En la oración, en toda época de la historia, el hombre se considera a sí mismo y su situación ante Dios, a partir de Dios y en orden a Dios, y experimenta ser una criatura necesidad de ayuda, incapaz de procurarse por sí misma el cumplimiento de la propia existencia y de la propia esperanza.
El filósofo Ludwig Wittgenstein recordaba que "rezar significa sentir que el sentido del mundo está fuera del mundo". En la dinámica de esta relación que quien da sentido a la existencia, con Dios, la oración tiene una de sus típicas expresiones en el gesto de arrodillarse. Es un gesto que porta consigo una radical ambivalencia: de hecho, puedo ser obligado a arrodillarme –condición de indigencia y esclavitud– pero puedo también arrodillarme espontáneamente, declarando mi límite y así, mi tener necesidad de un Otro. A él le declaro ser débil, necesitado, "pecador".
En la experiencia de la oración la criatura humana expresa toda su consciencia de sí, todo lo que logra captar de la propia existencia y, al mismo tiempo, se dirige toda ella hacia el Ser ante el cual está, orienta la propia alma a aquel Misterio del que se espera el cumplimiento de los deseos más profundos y la ayuda para superar la indigencia de la propia vida. En este mirar a un Otro, en este dirigirse "además" está la esencia de la oración, como experiencia de una realidad que superar lo sensible y lo contingente.
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Sin embargo solo en el Dios que se revela encuentra pleno cumplimiento la búsqueda del hombre. La oración que es apertura y elevación del corazón a Dios, se convierte así en relación personal con Él.
Y también si el hombre se olvida de su Creador, el Dios vivo y verdadero no deja de llamarlo primero al misterioso encuentro de la oración. Como afirma el Catecismo: "Esta iniciativa de amor del Dios fiel es siempre lo primero en la oración, la actitud del hombre es siempre una respuesta. A medida que Dios se revela, y revela al hombre a sí mismo, la oración aparece como un llamamiento recíproco, un hondo acontecimiento de Alianza. A través de palabras y de actos, tiene lugar un trance que compromete el corazón humano. Este se revela a través de toda la historia de la salvación". (n. 2567).
Queridos hermanos y hermanas, aprendamos a pasar más tiempo ante Dios, ante Dios que se ha revelado en Jesucristo, aprendamos a reconocer en el silencio, dentro de nosotros mismos, su voz que nos llama y nos reconduce a la profundidad de nuestra existencia, a la fuente de la vida y la salvación, para superar el límite de nuestra vida y abrirnos a la medida de Dios, a la relación con Él, que es Infinito Amor. Gracias".
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