KÖNIGSTEIN,
El Obispo de Jacmel (Haití), Mons. Launay Saturné, dijo sobre el terremoto que afectó al país el 12 de enero de 2010, que "aunque todo haya desaparecido, Dios nos ha dejado la vida, y con ésta la obligación de trabajar en aras de un mundo más humano y reconciliado, y de un futuro mejor".
El terremoto de Haití cobró la vida de más de 200 mil personas, dejó una inmensa cantidad de daños materiales y acrecentó la pobreza y las condiciones precarias en las que vive buena parte de la población. Actualmente el país afronta una epidemia de cólera, enfermedad que ha causado la muerte de miles. A poco más de un año del sismo, muchos haitianos aún viven en medio de las ruinas.
Mons. Saturné visitó la sede de la organización internacional católica Ayuda a la Iglesia que Sufre (AIS) adonde llegó para pedir financiamiento para la reconstrucción de la Catedral de su diócesis, la segunda más afectada por el sismo luego de la arquidiócesis de Puerto Príncipe.
El Prelado dijo a esta organización que una diócesis no puede funcionar sin catedral ya que este templo es un "lugar simbólico" y un "lugar de unidad". Por ahora, los fieles siguen yendo a Misa pero tienen que congregarse en una tienda de campaña acondicionada para el culto.
Además de la catedral, el terremoto también destruyó y dañó gravemente otras iglesias y construcciones católicas.
El Obispo, de 47 años de edad, que encabeza la diócesis desde mayo de 2010, también recalcó que no basta con la reconstrucción de los edificios: "no existe la reconstrucción sin misión, sin evangelización, sin oración y sin el anuncio de la Palabra de Dios".