VATICANO,
Al recibir este mediodía a los dirigentes y agentes de la jefatura de Policía de Roma, el Papa Benedicto XVI señaló que ante la crisis de la moral y la verdad que afecta a la sociedad actual en todos los estratos, los cristianos tienen el deber de profesar la fe y hacer el bien.
Al comenzar su discurso el Santo Padre dijo que los profundos cambios de esta época "crean a veces una sensación de inseguridad, debido principalmente a la precariedad social y económica, agravada también por un cierto debilitamiento de la percepción de los principios éticos en los que se funda el derecho y de las actitudes morales personales, que siempre fortalecen esos ordenamientos".
"En nuestro mundo, con todas sus nuevas esperanzas y posibilidades, se tiene al mismo tiempo la impresión de que el consenso moral decae, y en consecuencia, las estructuras en la base de la convivencia no logran funcionar plenamente", explicó.
"Se asoma en muchos la tentación de pensar que las fuerzas movilizadas para la defensa de la sociedad civil están destinadas al fracaso. Ante esta tentación, nosotros, en particular, que somos cristianos, tenemos la responsabilidad de encontrar el modo de profesar la fe y de hacer el bien".
Tras destacar que "en nuestro tiempo se da una gran importancia a la dimensión subjetiva de la existencia", el Papa señaló que hay un "grave riesgo, porque en el pensamiento moderno se ha desarrollado una visión reduccionista de la conciencia, según la cual no hay ninguna referencia objetiva al determinar lo que es válido y lo que es verdadero, sino que el individuo, con sus intuiciones y experiencias, es el criterio; cada uno, por lo tanto, posee la propia verdad, la propia moral".
"La consecuencia más obvia es que la religión y la moral tienden a ser confinadas al ámbito del sujeto, de lo privado: la fe, con sus valores y sus comportamientos, ya no tiene derecho a un lugar en la vida pública y civil. Por lo tanto, si por un lado, se da una gran importancia en la sociedad al pluralismo y a la tolerancia, por otro, la religión tiende a ser gradualmente marginada y considerada irrelevante y, en cierto sentido, ajena al mundo civil, como si se tuviese que limitar su influencia en la vida humana".