MURCIA,
Las Hermanas Apostólicas de Cristo Crucificado, extendidas hoy por España y América Latina, rezan por un milagro que culmine con la beatificación de su fundadora, María Séiquer Gayá, una viuda murciana que se consagró al servicio de Dios y vivió la misericordia al punto de cuidar de los asesinos de su esposo, un mártir de la Guerra Civil Española.
María Séiquer nació en Murcia, España, en 1891, y se casó en 1914 con Ángel Romero, un médico otorrino conocido entre sus vecinos por su honradez y su actitud servicial. En su finca Villa Pilar instalaron una capilla pública donde María daba catequesis a los niños y su esposo atendía gratuitamente a los más pobres un día a la semana.
Cuando la persecución anticatólica llegó a Murcia hacia el año 1931, Ángel decidió entrar en política para defender a la Iglesia y se convirtió en blanco de los violentos.
En agosto de 1936, fue apresado y unas semanas después fusilado. En una de las dos visitas que María le hizo en la cárcel, Ángel le dijo: "Creen que nos sacrifican, y no ven que nos glorifican". Ella a su vez le confesó su intención de consagrarse a Dios. "Si no me matan a mí también, te prometo ingresar en el convento", le dijo.
María huyó de Murcia donde su vida corría peligro y "conoció a Amalia Martín de la Escalera, con quien una vez terminada la Guerra, fundó en Villa Pilar, la primera casa de las Hermanas Apostólicas de Cristo Crucificado.
María -optó por el camino del perdón-: "perdono a todos mis enemigos, te pido por ellos y avivo el deseo de perdonar a todos los que me hicieron mal", dejó escrito.