VATICANO,
En su discurso a los participantes de la Asamblea General de la Unión de los Superiores Generales (USG) y de la Unión Internacional de las Superioras Generales (UISG), el Papa Benedicto XVI señaló hoy que los consagrados y consagradas tienen que ser "un Evangelio vivo" para responder así a los desafíos de la sociedad y lograr la contribución que les es propia en la Iglesia.
"La renovación profunda de la vida consagrada parte de la centralidad de la Palabra de Dios, y más concretamente del Evangelio, regla suprema para todos vosotros", dijo el Santo Padre esta mañana.
Seguidamente Benedicto XVI subrayó que "el Evangelio vivido todos los días es el elemento que da encanto y belleza a la vida consagrada y os presenta ante el mundo como una alternativa fiable. De esto tiene necesidad la sociedad actual, esto espera la Iglesia de vosotros: ser un Evangelio vivo".
Refiriéndose a "otro aspecto fundamental de la vida consagrada: la fraternidad", el Papa indicó que "la vida fraterna es uno de los aspectos que más buscan los jóvenes cuando se acercan a vuestra vida; es un elemento profético importante que ofrecéis en una sociedad muy individualista".
En este sentido señaló que "es necesario un discernimiento serio y constante para escuchar lo que el Espíritu dice a la comunidad, para reconocer lo que es del Señor y lo que es contrario a El. Sin discernimiento, acompañado por la oración y la reflexión, la vida consagrada corre el peligro de acomodarse en los criterios de este mundo: el individualismo, el consumismo, el materialismo; criterios que debilitan la fraternidad y hacen que la misma vida consagrada pierda su encanto".
El Santo Padre destacó otro elemento: la misión. "Forma parte de vuestra identidad, os impulsa a llevar el Evangelio a todos, sin límites. La misión, apoyada por una fuerte experiencia de Dios, por una formación sólida y por la vida fraterna en comunidad es una clave para la comprensión y la revitalización de la vida consagrada. Renovad vuestra presencia en los areópagos actuales para anunciar, como hizo San Pablo en Atenas, al Dios ‘desconocido’".