VATICANO,
En su catequesis de la Audiencia General de hoy, el Papa Benedicto XVI habló sobre Santa Catalina de Siena, Doctora de la Iglesia y declarada co-Patrona de Europa por Juan Pablo II. De ella, dijo el Santo Padre, los católicos pueden aprender "la ciencia más sublime: conocer y amar a Jesucristo y a su Iglesia".
Catalina entró a los 16 años en la tercera orden dominica y se dedicó a la oración, la penitencia y las obras de caridad, sobre todo con los enfermos. Cuando la fama de su santidad se difundió, explicó el Papa, fue "protagonista de una intensas actividad de consejo espiritual con todo tipo de personas: nobles, políticos, artistas, gente del pueblo, consagrados y eclesiásticos, incluyendo al Papa Gregorio XI, que en esa época residía en Avignon y al que exhortó enérgica y eficazmente a regresar a Roma".
La santa, que viajó mucho para solicitar "la reforma interna de la Iglesia y promover la paz entre los países", dio a conocer su doctrina en tres obras: "El Diálogo de la Divina Providencia o el Libro de la divina doctrina, en su "Epistolario" y en la colección de "Oraciones".
Fue, además, una gran mística. Es célebre la visión en que la Virgen la presenta a Jesús que le entrega un anillo, al igual que la del intercambio de su corazón con el de Cristo. "El centro vital de la religiosidad de Catalina y de toda espiritualidad auténtica es el cristocentrismo", explicó el Santo Padre. "Cristo es para ella como el esposo con quien existe una relación de intimidad, comunión y fidelidad. Como la Santa de Siena, cada creyente siente la necesidad de conformarse a los sentimientos del Corazón de Cristo para amar a Dios y al prójimo como Cristo ama. Todos podemos dejar que nos transforme el corazón y aprender a amar como Cristo, en una familiaridad con Él que se nutre de la oración, la meditación sobre la Palabra de Dios y los sacramentos, sobre todo la Santa Comunión".
"En torno a una personalidad tan fuerte y auténtica se fue constituyendo una verdadera y propia familia espiritual. Se trataba de personas fascinadas por la autoridad moral de esta joven mujer. Muchos se pusieron a su servicio considerando un privilegio ser guiados espiritualmente por Catalina y la llamaban ‘madre’, porque como hijos espirituales esperaban de ella el alimento del espíritu".
También hoy la Iglesia, continuó el Papa, "recibe un gran beneficio del ejercicio de la maternidad espiritual de tantas mujeres, consagradas y laicas, que alimentan en las almas el pensamiento de Dios, refuerzan la fe de las personas y orientan la vida cristiana hacia cimas cada vez más altas".