BARCELONA,
Al presidir esta mañana la Misa en ocasión de la dedicación de la Iglesia y el altar de la Sagrada Familia en Barcelona, declarada Basílica Menor, el Papa Benedicto XVI resaltó que la tarea de la Iglesia es mostrarle al mundo el rostro de Dios que es amor; y destacó la urgente necesidad de defender la vida desde la concepción hasta la muerte natural, el matrimonio formado por un hombre y una mujer sobre el que se funda la familia.
En la homilía de la Eucaristía que presidió tras su encuentro con los reyes de España, Juan Carlos I y Sofía de Grecia, el Santo Padre recordó a quienes ha hecho posible la obra de la Sagrada Familia, "sobre todo, al que fue alma y artífice de este proyecto: a Antoni Gaudí, arquitecto genial y cristiano consecuente, con la antorcha de su fe ardiendo hasta el término de su vida, vivida en dignidad y austeridad absoluta" cuya causa de beatificación se encuentra en proceso.
Tras resaltar que la historia catalana está marcada por el testimonio de muchos santos, el Papa se refirió a la confianza en la providencia de Gaudí, cuando decía que "San José acabará el templo" y expresó: "no deja de ser significativo que sea dedicado por un Papa cuyo nombre de pila es José (Joseph)".
Destacando la maestría del arquitecto para unir en la arquitectura a la naturaleza, las Sagradas Escrituras y la Liturgia "para poner ante los hombres el misterio de Dios revelado en el nacimiento, pasión, muerte y resurrección de Jesucristo", Benedicto XVI indicó que así Gaudí "colaboró genialmente a la edificación de la conciencia humana anclada en el mundo, abierta a Dios, iluminada y santificada por Cristo. E hizo algo que es una de las tareas más importantes hoy: superar la escisión entre conciencia humana y conciencia cristiana, entre existencia en este mundo temporal y apertura a una vida eterna, entre belleza de las cosas y Dios como Belleza".
"Esto lo realizó Antoni Gaudí no con palabras sino con piedras, trazos, planos y cumbres. Y es que la belleza es la gran necesidad del hombre; es la raíz de la que brota el tronco de nuestra paz y los frutos de nuestra esperanza. La belleza es también reveladora de Dios porque, como Él, la obra bella es pura gratuidad, invita a la libertad y arranca del egoísmo", explicó el Santo Padre.
El Papa se refirió luego a Cristo, plenitud de la revelación de Dios, que es "la piedra que soporta el peso del mundo, que mantiene la cohesión de la Iglesia y que recoge en unidad final todas las conquistas de la humanidad. En Él tenemos la Palabra y la presencia de Dios, y de Él recibe la Iglesia su vida, su doctrina y su misión. La Iglesia no tiene consistencia por sí misma; está llamada a ser signo e instrumento de Cristo, en pura docilidad a su autoridad y en total servicio a su mandato. El único Cristo funda la única Iglesia; Él es la roca sobre la que se cimienta nuestra fe".