VATICANO,
En la Audiencia General de este miércoles, celebrada en la Plaza de San Pedro, el Papa Benedicto XVI habló sobre Santa Isabel de Hungría, "llamada también Isabel de Turingia", quien enseña con su ejemplo que quienes ejercen algún puesto de autoridad, y en general todos los fieles, deben hacerlo con un claro sentido de amor al prójimo y justicia que contribuya a lograr el bien común.
Benedicto XVI explicó que Santa Isabel nació en 1207 y tras vivir los cuatro primeros años en la corte húngara fue entregada en matrimonio a Luis de Turingia. "A pesar de que el noviazgo se decidió por motivos políticos, entre los dos jóvenes nació un amor sincero, animado por la fe y por el deseo de hacer la voluntad de Dios".
"Se comportaba del mismo modo ante Dios y ante sus súbditos", dijo el Santo Padre. "Es un verdadero ejemplo para todos los que desempeñan un papel de guía: el ejercicio de la autoridad, en todos los niveles, se debe vivir como un servicio a la justicia y a la caridad, en la búsqueda constante del bien común".
Tras poner resaltar que Santa Isabel "practicaba asiduamente las obras de misericordia", el Papa indicó que "su matrimonio fue muy feliz: Isabel ayudaba a su marido a elevar sus cualidades humanas a nivel sobrenatural, y él, a su vez, protegía a su esposa en su generosidad con los pobres y en sus prácticas religiosas. Es un claro testimonio de cómo la fe y el amor a Dios y al prójimo fortalecen la vida familiar y hacen aún más profunda la unión matrimonial".
Isabel encontró un apoyo en los Frailes Menores y, a partir de aquel momento, "hizo más decidido su seguimiento de Cristo pobre y crucificado, presente en los pobres".
El Papa señaló que el esposo de Isabel murió en 1227. "Sin embargo, le esperaba otra prueba: su cuñado usurpó el gobierno de Turingia, declarándose verdadero heredero de Luis y acusando a Isabel de ser una mujer piadosa incompetente para el gobierno. La joven viuda, con sus tres hijos, fue expulsada del castillo de Wartburg y comenzó a buscar un lugar donde refugiarse".