MADRID,
El Obispo de San Sebastián, Mons. José Ignacio Munilla, reflexionó sobre el testimonio de humildad dejado por Santa Cándida María de Jesús, la religiosa española que siendo analfabeta asumió el reto de convertirse en la fundadora de una congregación religiosa dedicada a la educación y promoción de la mujer.
"Santa Cándida María de Jesús, popularmente conocida como la Madre Cándida, es fundadora de las Hijas de Jesús o "Jesuitinas", una de las numerosas congregaciones religiosas femeninas que surgieron en el siglo XIX, dando respuesta a las carencias y deficiencias existentes en la oferta educativa de aquel momento", recordó el Obispo.
Mons. Mundilla recordó que en el tiempo de Santa Cándida la vida religiosa aportó la normalización del acceso de la mujer a la enseñanza, integración de todas las clases sociales en la misma aula (cuando todavía las clases medias eran minoritarias), sistema de becas para las jóvenes de familias sin recursos, concepción integral de la educación cristiana, etc.
"Pero entre todas las fundadoras de órdenes religiosas dedicadas a la enseñanza en aquel siglo, la Madre Cándida llama especialmente la atención por un detalle: Hasta los 18 años de edad, prácticamente, no hablaba el castellano; e incluso, ¡todavía era analfabeta, cuando a los 24 años de edad, recibió la llamada de Dios para fundar una congregación religiosa dedicada a la educación!", destacó el Obispo.
"¿Cómo es posible que una joven que no sabía leer ni escribir, pudiera ser elegida para semejante tarea? ¿Nos podemos imaginar la cara que pudo poner su confesor, el jesuita Miguel San José Herranz, al escuchar de labios de la joven semejante inspiración? ¿Qué pensaríamos nosotros de alguien que, sin tan siquiera tener el carnet de conducir, nos manifestase que pretende correr en la Fórmula 1?... Sin embargo, su director espiritual, conocedor de la ‘piedra preciosa’ que Dios había puesto en sus manos, no la tomó por una fantasiosa, sino que comenzó por pedirle que se liberase dos horas al día de las labores domésticas que realizaba en una casa, para poder enseñarle a leer y a escribir", recordó.
"He aquí la lógica de Dios, que ciertamente, no coincide con la nuestra… La santidad necesita de dos piernas para poder ‘andar’: la humildad y la confianza. Santo es aquél que no desea otra cosa que lo que Dios quiera, y en esa perfecta confianza y humildad, se sabe frágil y al mismo tiempo, invencible", agregó.