LONDRES,
En su homilía de la Misa de la Preciosísima Sangre de Nuestro Señor Jesucristo que presidió en la Catedral de Westminster esta mañana (hora local), el Papa Benedicto XVI señaló la urgencia del testimonio de fe y santidad de los católicos para transformar el mundo, especialmente por parte de los laicos, que le anuncien al mundo que el Evangelio no restringe la libertad sino que libera la mente y orienta la vida hacia la verdadera realización.
En sus palabras dirigidas también a los miles de jóvenes presentes en las afueras de la Catedral y en presencia del arzobispo anglicano de Canterbury, Rowan Williams, el Santo Padre se refirió al principio al gran crucifijo que domina la nave central de este templo y meditó sobre el misterio de la entrega de Cristo en la Cruz y su estrecha relación con la Eucaristía.
El Papa recordó luego cómo la realidad del sacrificio eucarístico siempre ha estado en el corazón de la fe católica y como ésta fue cuestionada en el siglo XVI con su consiguiente defensa en el Concilio de Trento: "aquí en Inglaterra, como sabemos, hubo muchos que defendieron incondicionalmente la Misa, a menudo a un precio costoso, incrementando la devoción a la Santísima Eucaristía, que ha sido un sello distintivo del catolicismo en estas tierras", indicó.
Al hablar luego del misterio de la pasión de Cristo, el Santo Padre explicó que en él se comprende las diversas tribulaciones y sufrimientos de la Iglesia como los de los cristianos perseguidos, y el de muchos creyentes anónimos que ofrecen sus dificultades "para la santificación de la Iglesia y la redención del mundo. Pienso ahora de manera especial en todos los que se unen espiritualmente a esta celebración eucarística y, en particular, en los enfermos, los ancianos, los discapacitados y los que sufren mental y espiritualmente".
Tras referirse a la dolorosa realidad de los abusos sexuales cometidos por algunos miembros del clero y explicando que quienes los han sufrido tienen necesariamente que abrirse a la gracia de Cristo, Benedicto XVI habló sobre el imprescindible rol de los laicos católicos en la vida del mundo y la Iglesia.
Los laicos, dijo el Papa, "deben desempeñar en la misión de la Iglesia, esforzándose por ser fermento del Evangelio en la sociedad y trabajar por el progreso del Reino de Dios en el mundo. La exhortación conciliar a los laicos, para que, en virtud de su bautismo, participen en la misión de Cristo, se hizo eco de las intuiciones y enseñanzas de John Henry Newman".