LONDRES,
En su discurso a los exponentes de la sociedad civil, del mundo académico, cultural y empresarial, con el cuerpo diplomático y con líderes religiosos, el Papa Benedicto XVI explicó que la religión y el cristianismo no constituyen un problema que los legisladores deben solucionar sino "una contribución vital al debate nacional", al ejercicio de la política en el que los católicos también deben hacer oír su voz.
En sus palabras en el Westminster Hall, en donde fue condenado a muerte Santo Tomás Moro, y en presencia de figuras representativas del Reino Unido como los ex Primeros Ministros Tony Blair y Margaret Tatcher, el Santo Padre pasó revista a la tradición parlamentaria de esta nación que se ha configurado como "una democracia pluralista que valora enormemente la libertad de expresión, la libertad de afiliación política y el respeto por el papel de la ley, con un profundo sentido de los derechos y deberes individuales, y de la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley".
"Si bien con otro lenguaje, la Doctrina Social de la Iglesia tiene mucho en común con dicha perspectiva, en su preocupación primordial por la protección de la dignidad única de toda persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios, y en su énfasis en los deberes de la autoridad civil para la promoción del bien común", añadió.
Benedicto XVI explicó luego que Santo Tomás Moro se hace actual con sus cuestionamientos sobre la ética en la vida social y civil: "si los principios éticos que sostienen el proceso democrático no se rigen por nada más sólido que el mero consenso social, entonces este proceso se presenta evidentemente frágil. Aquí reside el verdadero desafío para la democracia", alertó.
Para el Papa, la reciente crisis financiera global muestra claramente "la inadecuación de soluciones pragmáticas y a corto plazo relativas a complejos problemas sociales y éticos. Es opinión ampliamente compartida que la falta de una base ética sólida en la actividad económica ha contribuido a agravar las dificultades que ahora están padeciendo millones de personas en todo el mundo. Ya que ‘toda decisión económica tiene consecuencias de carácter moral’, igualmente en el campo político, la dimensión ética de la política tiene consecuencias de tal alcance que ningún gobierno puede permitirse ignorar".
"Así que, el punto central de esta cuestión es el siguiente: ¿Dónde se encuentra la fundamentación ética de las deliberaciones políticas? La tradición católica mantiene que las normas objetivas para una acción justa de gobierno son accesibles a la razón, prescindiendo del contenido de la revelación. En este sentido, el papel de la religión en el debate político no es tanto proporcionar dichas normas, como si no pudieran conocerlas los no creyentes. Menos aún proponer soluciones políticas concretas, algo que está totalmente fuera de la competencia de la religión. Su papel consiste más bien en ayudar a purificar e iluminar la aplicación de la razón al descubrimiento de principios morales objetivos".