LONDRES,
Jamie Ogg es un milagro para los australianos. Nació antes de los siete meses de gestación, era tan frágil que los médicos lo dieron por muerto y lo entregaron a su madre para el primer y último abrazo. Dos horas después, mientras aún recibía las caricias maternas, el pequeño comenzó a dar señales de vida.
Kate y David Ogg solo dan gracias a Dios por su milagrosa historia. Kate dio a luz a sus mellizos Emily y Jamie a las 27 semanas de embarazo. La niña sobrevivió sin mayores complicaciones, pero los médicos creían que el varón no tenía posibilidades de sobrevivir.
Durante 20 minutos trataron de que el bebé respirara por su cuenta y como no lograron su cometido lo declararon muerto y entregaron el cuerpo a Kate y David para una despedida privada.
"El médico me preguntó después del parto si ya habíamos elegido el nombre para nuestro hijo. Le dije: ‘Jamie’, se dio la vuelta con mi hijo envuelto y me dijo: ‘ Hemos perdido a Jamie, lo siento’", recuerda Kate en una entrevista televisiva.
Después de dos horas de estar con su madre, quien no dejó de hablarle y acariciarlo, Jamie comenzó a dar signos de vida. Aunque una enfermera le dijo que se trataba de un reflejo, Kate le ofreció leche materna con el dedo, y tras ese contacto, el niño comenzó a respirar con regularidad para asombro de todos.