21 de noviembre de 2024 Donar
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Por amor, Dios pone al alcance de todos la eternidad, dice el Papa Benedicto XVI

Al presidir esta mañana la Eucaristía en la Solemnidad de la Asunción de la Virgen María en la iglesia parroquial de Santo Tomás de Villanueva en Castel Gandolfo, el Papa Benedicto XVI alentó a trabajar cotidianamente para que el mundo sea de Dios, quien con la Resurrección de Cristo pone al alcance de todos la posibilidad y el don de llegar a la eternidad.

Al iniciar su homilía el Santo Padre, señala Radio Vaticano, recordó que "hoy la Iglesia celebra una de las fiestas más importantes del año litúrgico dedicadas a María Santísima: la Asunción. Al término de su vida terrena, María fue llevada con alma y cuerpo al Cielo, es decir a la gloria de la vida eterna, en la plena y perfecta comunión con Dios".

Tras señalar que en este 2010 la Iglesia celebra además los 60 años del dogma establecido por el venerable Papa Pío XII el 1 de noviembre de 1950, sobre la Asunción de la Virgen, en la constitución apostólica Munificentissimus Deus, Benedicto XVI explicó que con él "creemos que María, como Cristo su Hijo, ya ha vencido la muerte y triunfa en la gloria celeste en la totalidad de su ser, ‘con alma y cuerpo’".

San Pablo, dijo luego, ayuda a comprender este misterio a partir del hecho central de la historia humana: la resurrección de Cristo, de la que se es partícipe a través del Bautismo.

Tras explicar que la victoria sobre la muerte tiene también su raíz en la fe de María, "que es obediencia a la Palabra de Dios y abandono total a la iniciativa y a la acción divina, según cuanto le anuncia el Arcángel", el Papa Benedicto precisó que "hoy no nos limitamos a admirar a María en su destino glorioso, como a una persona muy lejana a nosotros".

"¡No! –exclamó– Estamos llamados al mismo tiempo a ver cuanto el Señor, en su amor, ha querido también para nosotros, para nuestro destino final: vivir a través de la fe en la comunión perfecta de amor con Él y así vivir verdaderamente para siempre".

Luego explicó que la el cielo no se refiere a un lugar físico sino a algo mucho más grande y difícil de definir con los limitados conceptos humanos: "Con este término ‘cielo’ queremos afirmar que Dios –el Dios que se hizo cercano a nosotros– no nos abandona ni siquiera en la muerte o más allá de ella, sino que tiene un lugar para nosotros y nos da la eternidad, que en Dios hay un lugar para nosotros".

"Para comprender un poco esta realidad miremos nuestra misma vida: todos experimentamos que una persona, cuando está muerta, sigue subsistiendo de alguna manera en la memoria y en el corazón de quienes la han conocido y amado. Podríamos decir que en ellos sigue viviendo una parte de esta persona, pero es como una ‘sombra’, porque también esta supervivencia en el corazón de los propios seres queridos está destinada a terminar. Dios, en cambio, no pasa jamás y todos existimos en virtud de su amor eterno; existimos porque Él nos ama, porque él nos ha pensado y nos ha llamado a la vida. Existimos en los pensamientos y en el amor de Dios. Existimos en toda nuestra realidad, no sólo en nuestra ‘sombra’".

"Nuestra serenidad, nuestra esperanza, nuestra paz se fundan precisamente en esto: en Dios, Él en su pensamiento y en su amor, no sobrevive sólo una ‘sombra’ de nosotros mismos, sino en Él, en su amor creador, nosotros somos custodiados e introducidos con toda nuestra vida, con todo nuestro ser en la eternidad", añadió.

"Es el amor de Dios el que vence la muerte y nos da la eternidad, y a este amor lo llamamos cielo: Dios es tan grande que tiene un lugar también para nosotros", precisó Benedicto XVI.

"Esto quiere decir que de cada uno de nosotros no seguirá existiendo sólo una parte que nos es, por decirlo de alguna manera, arrancada, mientras otras se arruinan; quiere decir más bien que Dios conoce y ama a todo el hombre, lo que nosotros somos. Y Dios acoge en su eternidad lo que ahora, en nuestra vida, hecha de sufrimiento y amor; de esperanza, de alegría y de tristeza, crece y llega a ser. Todo el hombre, toda su vida es tomada por Dios y en Él purificada, y recibe la eternidad. Queridos amigos, yo pienso que ésta es una verdad que nos debe colmar de alegría profunda".

El Cristianismo, prosiguió el Papa, "no anuncia sólo algún tipo de salvación del alma en un impreciso más allá, en el que todo lo que en este mundo ha sido para nosotros precioso y querido sería borrado con un golpe de esponja, sino que promete la vida eterna, ‘la vida del mundo que vendrá’: nada de lo que nos es precioso y querido se arruinará, sino que encontrará plenitud en Dios".

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Tras alentar a trabajar por "un mundo de Dios", Benedicto XVI alentó a rezar al Señor para que "nos haga comprender cuán preciosa es toda nuestra vida ante sus ojos; refuerce nuestra fe en la vida eterna; nos haga hombres de esperanza, que trabajan para construir un mundo abierto a Dios, hombres llenos de alegría, que saben vislumbrar la belleza del mundo futuro en medio de los afanes de la vida cotidiana y que en esta certeza viven".

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