VATICANO,
Al presidir la Eucaristía por la solemnidad de los santos apóstoles Pedro y Pablo, el Papa Benedicto XVI meditó sobre la libertad de la Iglesia, recordó que en estos dos mil años de historia los cristianos siempre han sufrido persecuciones, pero el mayor peligro no ha venido de estos sufrimientos sino “de aquello que contamina la fe y la vida cristiana de sus miembros y de sus comunidades”.
Ante los miles de fieles reunidos en la Basílica de San Pedro y los 38 nuevos arzobispos que como es tradición recibieron el palio arzobispal en esta fecha, el Santo Padre explicó que “Dios está cerca a sus fieles servidores y los libera de todo mal, y libera a la Iglesia de las potencias negativas”.
El Papa señaló que “si pensamos en dos mil años de historia de la Iglesia, podemos observar que -como había preanunciado el Señor Jesús - no han faltado jamás a los cristianos las pruebas, que en algunos períodos y lugares han asumido carácter de verdaderas y propias persecuciones”.
“Estas, a pesar de los sufrimientos que provocan, no constituyen el peligro más grave para la Iglesia. El daño mayor, de hecho, ella lo sufre de aquello que contamina la fe y la vida cristiana de sus miembros y de sus comunidades corrompiendo la integridad del Cuerpo místico, debilitando su capacidad de profecía y de testimonio, empañando la belleza de su rostro”, agregó.
Sin embargo, recordó que “la promesa de Jesús –‘el poder del infierno no prevalecerá’ sobre la Iglesia - comprende las experiencias históricas de persecución sufridas por Pedro y Pablo y de los otros testigos del Evangelio, pero va más allá, queriendo asegurar sobre todo la protección contra las amenazas de orden espiritual”.
El Pontífice explicó que estas amenazas se identifican “con actitudes negativas que pertenecen al mundo y que pueden contagiar la comunidad cristiana: egoísmo, vanidad, orgullo, apego al dinero, etc.”, pero “hay una garantía de libertad, asegurada por Dios a la iglesia, libertad sea de lazos materiales que buscan impedir o coartar la misión, sea de males espirituales y morales, que pueden corromper la autenticidad y la credibilidad”.