VATICANO,
Al participar ayer por la noche en la tradicional procesión con la que concluye el mes mariano con el rezo del Santo Rosario, el Papa Benedicto XVI recordó que "Jesús es el verdadero y único tesoro que tenemos que dar a la humanidad. Los hombres y mujeres de nuestro tiempo tienen una profunda nostalgia de Él, incluso cuando parecen ignorarlo o rechazarlo".
Ante la gruta de la Virgen de Lourdes ubicada en los jardines vaticanos, el Santo Padre se refirió a la fiesta de la Visitación de la Virgen María a su pariente Isabel y resaltó que en este gesto "reconocemos el ejemplo más claro y el significado más real de nuestro camino de creyentes y del camino de la misma Iglesia, que es misionera por naturaleza, está llamada a proclamar el Evangelio por todas partes y siempre, a transmitir la fe a todo hombre y mujer, y en cada cultura".
"María se queda con Isabel unos tres meses, para ofrecerle la cercanía afectuosa, la ayuda concreta y todos aquellos servicios cotidianos que necesitaba. Isabel se convierte de este modo en el símbolo de tantos ancianos y enfermos, es más, de todas las personas que necesitan ayuda y amor. ¡Cuántas personas en nuestras familias, en nuestras comunidades, en nuestras ciudades, se hallan hoy en día en esta situación! Y María –que se había definido ‘la esclava del Señor’ – se hace sierva de los hombres. Más precisamente, sirve al Señor que encuentra en los hermanos".
Tras subrayar que "la caridad de María, sin embargo, no se limita a la ayuda concreta, sino que llega a la cima cuando nos da al mismo Jesús, cuando hace que lo encontremos", el Papa dijo: "Este es el corazón y la cumbre de la misión evangelizadora. Este es el verdadero significado y el propósito más genuino de todo camino misionero: donar a los seres humanos el Evangelio vivo y personal, que es el mismo Señor Jesús".
Seguidamente el Papa señaló que "Jesús es el verdadero y único tesoro que tenemos que dar a la humanidad. Los hombres y mujeres de nuestro tiempo tienen una profunda nostalgia de Él, incluso cuando parecen ignorarlo o rechazarlo. La sociedad en que vivimos, Europa, el mundo entero, lo necesitan".
Benedicto XVI resaltó al finalizar que "se nos ha confiado esta responsabilidad extraordinaria. Vivámosla con alegría y con empeño, para que en nuestra civilización reinen la verdad, la justicia, la libertad y el amor, pilares indispensables e insustituibles de una verdadera convivencia ordenada y pacífica".