ROMA,
En su discurso al inaugurar la asamblea general de la Conferencia Episcopal Italiana, el Presidente de este organismo y Arzobispo de Génova, Cardenal Angelo Bagnasco, se refirió ampliamente al tema de los abusos sexuales cometidos por algunos miembros del clero. Explicó que nadie ha hecho tanto como el Papa Benedicto XVI y resaltó que el Santo Padre es quien traza el camino correcto a seguir para superar los desafíos de este delicado tema.
En su intervención ante los obispos de Italia, el Purpurado recordó que el Pontífice ha pedido un especial esfuerzo "sobre todo en la purificación y en la penitencia, que es una palabra dura, perspectiva que se tiende a esquivar. En otras palabras, debemos vivir cristianamente la prueba, debemos afrontar el desafío incluso cuando se presenta como una culpa general e indistinta, más que nada en términos de un examen de conciencia. Y para que no haya dudas, Pedro (Benedicto XVI) se ha colocado ante nosotros y se ha cargado primero sobre él, la cruz".
"El Papa nos precede con mano firme y paterna y no cesa de indicar a la Iglesia el propio centro −Cristo−, y no deja de llamarla con la palabra y el ejemplo hacia aquella santidad de vida que es vocación de todo bautizado, y especialmente, de todo ministro de Dios", agregó.
El Arzobispo recordó luego que el Papa señaló en el rezo del Regina Caeli del 16 de mayo que el verdadero mal a vencer es el pecado, y ante éste aparece la exigencia de la lucha cotidiana "con mayor radicalidad y coherencia".
Tras reconocer que los abusos sexuales generan en las personas profundas heridas, el Cardenal resaltó que ellas "piden principalmente ser comprendidas y acompañadas, con respeto y delicadeza, en el largo y paciente itinerario de recuperación y de reconciliación". A quienes han sido afectadas de esta manera, dijo luego el Purpurado, "les expreso nuestro dolor, nuestra profunda amargura y la cordial cercanía por haber sufrido esto que es un pecado grave y un crimen odioso".
Seguidamente el Presidente de la CEI afirmó que "una persona que abusa de menores necesita –en un tiempo– justicia, así como la cura y la gracia. Las tres son necesarias, y sin confusiones ni mistificaciones entre ellas. La pena infligida por el delito no cura automáticamente ni da el perdón, como –a la inversa– el perdón del pecado no cura automáticamente la enfermedad ni sustituye la justicia, y así la cura no sustituye la pena (…) Estas evidencias son hoy el fruto de un conocimiento más profundo del drama de la pedofilia, que la Iglesia de ninguna manera pretende minusvalorar".