VATICANO,
En su discurso esta mañana a los participantes de la Asamblea Ordinaria del Consejo Superior de las Obras Misioneras Pontificias (OMP) el Papa Benedicto XVI subrayó que la evangelización es una misión inmensa y urgente en nuestra época, en una cultura que necesita ser iluminada por la verdad de Cristo.
En sus palabras a este organismo dependiente de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, el Santo Padre afirmó que "la evangelización es una misión inmensa especialmente en nuestra época, cuando la humanidad adolece de una cierta falta de pensamiento reflexivo y sapiencial y se difunde un humanismo que excluye a Dios. Por eso, es todavía más urgente y necesario iluminar los nuevos problemas que surgen con la luz del Evangelio que no cambia".
La predicación del Evangelio es "un inestimable servicio que la Iglesia puede ofrecer a toda la humanidad que camina en la historia", subrayó Benedicto XVI, y comentó que quienes forman las OMP son "un signo elocuente y vivo de la catolicidad de la Iglesia" que se concreta en "el respiro universal de la misión apostólica hasta los últimos confines de la tierra, hasta el fin del mundo, para que ningún pueblo o ambiente se vean privados de la luz y de la gracia de Cristo. Este es el sentido, la trayectoria histórica, la misión y la esperanza de la Iglesia".
"La misión de anunciar el Evangelio a todas las gentes lleva aparejado un juicio crítico sobre las transformaciones planetarias, que están cambiando sustancialmente la cultura de la humanidad. La Iglesia, presente y a la obra en las fronteras geográficas y antropológicas, es portadora de un mensaje que penetra en la historia, donde proclama los valores inalienables de la persona, con el anuncio y el testimonio del plan salvífico de Dios, visible y actuante en Cristo. La predicación del Evangelio es la llamada a la libertad de los hijos de Dios para la construcción de una sociedad más justa y solidaria".
Quienes hacen parte de la misión de Cristo, dijo el Papa, deben inevitablemente "afrontar tribulaciones, contrastes y sufrimientos" porque "se enfrentan con la resistencia y los poderes de este mundo". Y como el apóstol San Pablo, no tienen "otras armas que la Palabra de Cristo y de su Cruz".
Por eso, continuó, la misión "ad gentes" requiere que la Iglesia y los misioneros "acepten las consecuencias de su ministerio: la pobreza evangélica que les da la libertad de predicar el Evangelio con valor y franqueza; la no violencia, por la que responden al mal con el bien y la disponibilidad a dar la vida por el nombre de Cristo y por amor de los seres humanos".