PORTO,
Al presidir esta mañana una multitudinaria Eucaristía en la Avenida dos Aliados en Porto, el Papa Benedicto XVI recordó que la misión del cristiano, y así de toda comunidad eclesial es recibir de Dios a Cristo resucitado para anunciarlo a todo el mundo, especialmente a los corazones que aún no lo conocen.
En la Eucaristía que presidió en el día en que la Iglesia recuerda al apóstol Matías, el Santo Padre recordó las palabras de Pedro: "Hace falta, por tanto, que uno se asocie a nosotros como testigo de la resurrección".
Benedicto XVI dijo luego: "y su Sucesor actual repite a cada uno de vosotros: Hermanos y hermanas míos, hace falta que os asociéis a mí como testigos de la resurrección de Jesús. En efecto, si vosotros no sois sus testigos en vuestros ambientes, ¿quién lo hará por vosotros? El cristiano es, en la Iglesia y con la Iglesia, un misionero de Cristo enviado al mundo. Ésta es la misión apremiante de toda comunidad eclesial: recibir de Dios a Cristo resucitado y ofrecerlo al mundo, para que todas las situaciones de desfallecimiento y muerte se transformen, por el Espíritu, en ocasiones de crecimiento y vida".
Para esta misión, explicó, es necesario "escuchar más atentamente la Palabra de Cristo y saborear asiduamente el Pan de su presencia en las celebraciones eucarísticas. Esto nos convertirá en testigos y, aún más, en portadores de Jesús resucitado en el mundo, haciéndolo presente en los diversos ámbitos de la sociedad y a cuantos viven y trabajan en ellos, difundiendo esa vida ‘abundante’ que ha ganado con su cruz y resurrección y que sacia las más legítimas aspiraciones del corazón humano".
Tras señalar que al Señor no se le debe imponer sino proponer, el Papa resaltó que todos los hombres y mujeres anhelan la esperanza que sólo Dios da: "y todos, al final, nos la piden, incluso los que parece que no lo hacen. Por experiencia personal y común, sabemos bien que es a Jesús a quien todos esperan. De hecho, los anhelos más profundos del mundo y las grandes certezas del Evangelio se unen en la inexcusable misión que nos compete, puesto que ‘sin Dios el hombre no sabe adónde ir ni tampoco logra entender quién es".
"Ante los grandes problemas del desarrollo de los pueblos, que nos impulsan casi al desasosiego y al abatimiento, viene en nuestro auxilio la palabra de Jesucristo, que nos hace saber: ‘Sin mí no podéis hacer nada’. Y nos anima: ‘Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final del mundo’’".